El cementerio de Inagawa se sitúa en una ladera escarpada de la cordillera de Hokusetsu, en la prefectura de Hyogo, aproximadamente a cuarenta kilómetros al norte de Osaka. Adaptándose al perfil del terreno, el cementerio se construye en diferentes niveles escalonados, y el conjunto se organiza en torno a un tramo ascensional de escaleras que divide en dos partes la necrópolis y conduce al santuario emplazado en la parte más alta.

El centro de visitantes y la capilla se conciben como el tránsito desde el mundo exterior de lo cotidiano hasta un lugar de recogimiento apartado y único. El acceso se realiza a través de un hueco en la fachada sureste —señalado por una pila de agua— que enmarca un patio ajardinado, y que está alineado con el eje longitudinal de la gran escalera.

El programa se organiza bajo el plano único de la cubierta, cuya inclinación acompaña la mirada del visitante hacia lo alto de la montaña, en dirección al santuario. Las distintas estancias se disponen en torno al patio interior, pero mientras el centro de visitantes vuelca aquí sus interiores, la capilla se distancia en un ejercicio silencioso de introversión. Diseñada como un espacio sencillo y abstracto, mínimamente acondicionado climáticamente, ofrece un lugar de reflexión que no está adscrito a ninguna fe religiosa. En su interior, la atención del visitante se concentra en el transcurrir continuo del tiempo, que se manifiesta tanto en las variaciones de la luz a lo largo del día como en los cambios estacionales de la vegetación. Las zonas ajardinadas se plantan con especies que recuperan las texturas y los colores de los paisajes de pradera y bosque japoneses mediante la superposición cuidada de hierba, arbustos y flores silvestres. En el extremo opuesto a la capilla se encuentra el centro de visitantes, dividido en varias habitaciones que ofrecen descanso a los familiares y espacios conmemorativos para la celebración de banquetes y encuentros informales después de los rituales correspondientes.

La estructura se realiza en hormigón armado de tono rojo terroso —cuyas superficies pétreas se pulen en determinadas zonas, y en otras se tratan con un procedimiento abrasivo de alta presión, con el objetivo de realzar su textura—, lo que confiere al conjunto una apariencia monolítica y uniforme.

En el final del cementerio nace un curso de agua que desciende progresivamente por un canal a lo largo de la escalera central. Al llegar a la capilla, esta corriente se recoge en una pila baja, condensando en la entrada del proyecto la intensidad simbólica del recorrido procesional en un gesto generoso que prepara emocionalmente al recién llegado.