En un cortijo del siglo XVIII, única construcción en un paisaje marcado por el trazado regular de viñedos y olivares que precisaba ser adaptado para nuevos usos enológicos, se desliza en el gran patio una nueva estructura en forma de estrella irregular de cuatro brazos. Encontrar una solución para los nuevos usos implica entreverar la arquitectura rural del cortijo y la industrial de la bodega con la ampliación, que quiere dar una imagen unitaria al conjunto.

Partiendo de la organización de la hacienda dispuesta alrededor del patio, tradicionalmente centro de actividad agrícola de la finca, el umbráculo en forma de estrella irregular de cuatro brazos organiza las nuevas intervenciones y recorridos sin tocar los viejos muros encalados. El espacio queda organizado en cuatro partes de altura variable donde las distintas piezas se articulan de forma autónoma bajo la cubierta continua que en su centro tiene un pequeño patio con una fuente pentagonal. De esta manera en el corazón de la edificación existente se introducen los nuevos espacios con una imagen propia y la ligera estructura metálica se convierte en lugar de estancia y actividad de la bodega, enlazando el conjunto de piezas construidas y espacios libres y extendiendo sus brazos desiguales hacia la entrada, las nuevas salas y hacia el futuro hotel y ampliación de la bodega.