Estas viviendas sociales se sitúan a las afueras de Kempten, en un polígono periférico que se empezó a construir en los años sesenta. Desde el principio, el barrio adquirió la imagen de desaliño cotidiano caracterizada por la carestía de medios; los paneles de fibrocemento que revisten la mayoría de los edificios potencian la idea de que en este lugar no se aspira a vivir bien, sino lo mejor posible. En esas circunstancias se corría el peligro de que cualquier gesto arquitectónico fuese mal entendido, por lo que se intenta conseguir la integración del edificio reinterpretando lo habitual.

El bloque se construye para delimitar la esquina de una manzana edificada con hileras aisladas. Las terrazas de los extremos sirven como elementos de articulación con los edificios colindantes, mientras que las centrales se abren, a modo de torres verticales, hacia el jardín. Como la mayoría de las edificaciones que lo rodean, las doce viviendas que integran el bloque se distribuyen en tres alturas. Sin embargo, el aspecto exterior de este volumen difiere de los de la zona, ya que en este caso se revisten los muros con paneles fenólicos por exigencia del promotor. Su imagen se logra dignificar, en parte, por la utilización este revestimiento y, en especial, gracias a otros tres aspectos: la división—con reminiscencias clásicas— de la fachada en tres plantas, el equilibrado vuelo de la cubierta plana y los grandes huecos acristalados que le otorgan un aspecto sobrio. Unos planos quebrados de hormigón, ligeramente separados del volumen del edificio, subrayan, con su singular volumen, los accesos a los núcleos de escaleras.

La elección de los paneles fenólicos es otro de los aspectos destacados del proyecto; frente a la alternativa de un diseño liso y discreto se opta por un acabado caoba que causa un efecto llamativo, demostrando que se puede construir algo exclusivo y elegante con materiales pobres. En vez de reducir el valor de uso del bloque, la caoba artificial lo dota de una superficie original y de un carácter alegre...[+]