En el centro de Múnich el distrito que rodea la Gärtnerplatz, una ampliación de la ciudad que originada en el siglo XIX, tiene un carácter dinámico y moderno, y está protegida en la actualidad. La rehabilitación de este antiguo edificio persigue lograr un equilibrio respetuoso entre el patrimonio construido y la arquitectura contemporánea. La fachada neoclásica había sido destruida por las anteriores intervenciones estructurales y la recuperación de su imagen urbana era imposible al no existir fuentes históricas confiables, por lo que se optó por reinterpretar la arquitectura heredada y adaptarla a las nuevas necesidades.

Dividida en tres franjas, la fachada utiliza un motivo rústico, muy común en la época de construcción del edificio, pero utilizado con una actitud de cierto distanciamiento. Las piezas prominentes tienen diferentes secciones, por lo que se produce un efecto ondulante que genera sombras dependientes del momento del día y de la perspectiva. Así, la pesadez visual de los bloques rústicos se compensa con la ligereza que producen las sombras cambiantes. El uso del contraste en la elección de los elementos constructivos continúa en el patio trasero, donde unos balcones fluctuantes recorren toda la fachada proyectando las viviendas al exterior.