Al suroeste del casco antiguo de Torre Pacheco se sitúa una nueva área de crecimiento estratégico en la que se concentran centros educativos y deportivos. Dentro de esta zona de la población murciana —lindando con la avenida de Luis Manzanares y la calle de Sena— se sitúa la nueva biblioteca pública acompañada de un parque de lectura con los que queda completa la zona de equipamientos, recuperando además un nuevo espacio libre para la ciudad. 

El edificio se asienta en el terreno creando una nueva topografía de geometría triangulada que funciona como una alfombra urbana bajo la que se ocultan las edificaciones, manifestando su verdadera magnitud únicamente desde el interior de la explanada de acceso, con lo que el conjunto se disuelve visualmente para lograr integrarse en el paisaje que lo rodea.

Los volúmenes se distribuyen doblándose hasta configurar una U desarrollada en una única planta que se hunde en el terreno, con la única excepción del espacio que alberga la sala de exposiciones que se sitúa sobre las aulas, singularizándose sobre el entorno. Los distintos niveles de la biblioteca, conectados por suaves rampas y espacios de relación, se separan según su uso en áreas de préstamo, salas de lectura —diferenciadas en función de la edad de los lectores—, un salón de actos y reuniones, además de un espacio de estudio con un horario complementario al del resto, pensado para su apertura nocturna. 

El parque de lectura funciona como enlace entre las edificaciones y la trama del barrio circundante, igualando el tratamiento de los espacios urbanizados y generando nuevos espacios abiertos que comprenden pistas deportivas, invernaderos, jardines y zonas de juegos.

El frente de las diferentes salas muestra una solución ligera de paños acristalados que cubren la totalidad de las superficies verticales con una sencilla modulación pautada por las carpinterías, cuyos cristales varían de color matizando las diferentes zonas. Los espacios interiores se realizan con alturas libres holgadas para facilitar una futura ampliación por medio de la inserción de entreplantas. 

El despiece de los vidrios provee de homogeneidad a las fachadas que cierran la plaza formalizando el parque, mientras el tinte de color de los cristales rompe la continuidad espacial hacia el interior, diferenciando las salas. 

Los recintos quedan configurados por muros de hormigón que sirven además de cierre y contención del terreno que sustenta el parque y los forjados reticulares. Las cubiertas se convierten en plazas transitables, interrumpidas por lucernarios que reproducen la diversidad cromática de las fachadas, a la vez que aumentan el grado de iluminación natural del interior. Una línea de piezas de hormigón, diseñadas como asientos cuyos respaldos funcionan como peto de protección, remata las cubiertas.

Los lucernarios, elementos trapezoidales que brotan de las cubiertas, muestran orgullosos los colores que tiñen los cristales de sus caras. Estas piezas bañan los espacios interiores de la biblioteca con una luz cenital homogénea.