El nuevo museo constituye la primera fase de un proyecto para mejorar los accesos al Castillo de Monteagudo —una impresionante fortaleza militar construida por los almohades en el siglo XII en la pequeña pedanía murciana— así como su rehabilitación para hacerlo visitable. La ladera del monte en que se sitúa el castillo ha estado ocupada desde la prehistoria hasta nuestros días; en el emplazamiento elegido para el centro de visitantes se encuentra un poblado argárico en un buen estado de conservación y un yacimiento romano.

El edificio es un recorrido, pues se inserta en el entorno y resuelve sus accesos mediante rampas; y es también un parásito aferrado al monte, que se mimetiza en colores y formas, y se tapiza con una piel de caligrafía vegetal. 

Enclavado al pie de la fortaleza, el museo se dispone orgánicamente en torno a una capilla barroca, la ermita de San Cayetano, y tiende a adaptarse a las múltiples condiciones del entorno, dando respuesta a la conservación de los restos y también consolidando el lugar desde un punto de vista formal y dimensional, poniendo especial atención en su integración en la ladera del monte y en su visión desde el castillo. El edificio es un recorrido y un parásito aferrado al monte. Como recorrido, resuelve sus accesos mediante rampas que solucionan el problema de la accesibilidad y también la inserción volumétrica de la pieza en el entorno. Como parásito, se mimetiza en colores y formas con el monte y se cubre con una piel de caligrafía vegetal que lo tapiza en su totalidad.

La planta baja del edificio tiene una vocación pública, en el sentido de que se proyecta abierta a los vecinos. Sus grandes muros de celosía metálica, a veces correderos, y sus espacios de hormigón se presentan desnudos, y proporcionan cobijo y también conexión con el exterior: así, el edificio es también un lugar a la sombra. En la planta superior están organizados los usos del programa relativos a las salas de exposiciones permanentes y temporales. Se trata de un lugar cerrado y vigilado, que sólo se abre para disfrutar de manera controlada de las mejores vistas sobre la vega y el castillo. De esta forma el edificio se convierte también en un mirador.

En su planta baja el museo se construye con pantallas estructurales de hormigón visto y cierres metálicos. En el remate superior se ejecuta con una estructura metálica que resuelve los grandes vuelos, y se cierra con un panel de múltiples hojas que queda sellado mediante una impermeabilización en caliente; se remata finalmente con una piel de acero cortén perforada —con la repetición de un motivo de lazos recortado sobre las planchas—, que funciona como la capa final de una fachada transventilada y que contribuye a poner en valor el espacio interior a través de la luz que entra tamizada.

Concebida como un lugar de sombra, la planta baja —abierta y urbana— organiza sus espacios en torno a potentes pantallas de hormigón, mientras que la superior —cerrada y programática— es un cuerpo que se abre sólo para capturar las vistas del castillo y de la huerta.

El revestimiento del edificio —basado en la repetición de un motivo de lazos recortado sobre planchas de acero cortén— contribuye a poner en valor el espacio interior a través de la luz que entra tamizada.


Cliente Client

Consorcio Turístico ‘Murcia Cruce de Caminos’

Arquitectos Architects

Atxu Amann, Andrés Cánovas, Nicolás Maruri

Colaboradores Collaborators

Javier Gutiérrez, Ana López, Patricia Lucas, María Mallo, Mónica Molero, Carlos Ríos, Antonio Rodríguez; Rafael Checa (arquitecto técnico quantity surveyor)

Contratista Contractor

Intersa

Fotos Photos

David Frutos