La antigua fábrica de azúcar Eridania es la mayor edificación de un sector industrial próximo al centro histórico de Parma actualmente en proceso de reconversión. Esta refinería ocupaba un conjunto de edificios de distinto tamaño y características estructurales realizados en ladrillo y hierro a finales del siglo XIX, situados en el interior de lo que actualmente es un parque con majestuosos ejemplares arbóreos. Tanto el emplazamiento—aislado de los ruidos de la ciudad— como la propia morfología de los edificios eran especialmente adecuados para albergar salas de concierto, de modo que el programa del auditorio Niccolò Paganini encontró acomodo en el espacio construido de manera casi automática: auditorio y vestíbulo en el cuerpo principal y sala de ensayo y espacios auxiliares en los edificios secundarios.

Preservar el volumen principal y su tectónica ha sido el objetivo desde la fase del proyecto. Aparte de alguna demolición selectiva, sólo se han eliminado los muros transversales que han sido sustituidos por tres cerramientos de vidrio para definir el volumen sin delimitarlo espacialmente. La desaparición de estos frentes da lugar a un espacio diáfano y fluido que deja el vidrio en sombra para favorecer su transparencia. Se crea así un recinto acondicionado térmica y acústicamente, permeable a la luz y a la visión, que cuenta con un sistema de oscurecimiento en cada vano susceptible de ser desplegado según las exigencias de cada representación. Sólo el plano del suelo se ha modificado sustancialmente: tanto el pequeño auditorio al aire libre, como el escenario para orquesta, la platea para 780 espectadores o el vestíbulo de acceso recrean con sus cambios de cota una nueva topografía que se encajona entre los muros laterales —de 90 metros de longitud— según un esquema simétrico y una secuencia espacial que ocupa el ancho de crujía y que pretende fundirse con el parque reafirmando su fuerte direccionalidad.

Se ha valorado especialmente la cubierta como elemento homogeneizador, en el que destaca la presencia de un gran lucernario que abarca el tramo correspondiente a la sala. En un esfuerzo por no desvirtuar la ligereza de la estructura original, tanto las luminarias como los paneles acústicos cuelgan de las cerchas. Sin embargo, las decisiones que han guiado el proyecto no obedecen tanto a exigencias de optimización acústica como al convencimiento de la necesidad de establecer una relación próxima del edificio con el entorno, dominada por la inmaterialidad como vínculo entre el público y el carácter evanescente de la música que la sala alberga.