Situado a los pies de la sierra de Tramontana, muy próximo a la localidad de Pollença, en el extremo septentrional de la isla de Mallorca, el Son Brull es un hotel de cinco estrellas ubicado en un antiguo monasterio jesuita del siglo XVIII, que fue cuidadosamente restaurado en el año 2003 por los propietarios —una familia mallorquina con una larga y sólida experiencia en la industria de la hostelería— para convertirlo en uno de los establecimientos turísticos más lujosos de la isla, garantizando al mismo tiempo la conservación del antiguo edificio como parte del patrimonio histórico.

El encargo consistía en la ampliación y reforma del conjunto. Los propietarios deseaban rehabilitar y ampliar la superficie del spa existente, situado en el edificio principal, así como añadir cuatro nuevas villas en el territorio adyacente.

Desde el principio la intervención tiene como objetivo ser parte del territorio, ser paisaje. No pretende ocupar el territorio, sino más bien ‘construir territorio’; crear un gran jardín, un paisaje por donde pasear. Para evitar competir con la arquitectura histórica y aprovechar la topografía, se proyectan cuatro villas que acaban fundiéndose con los muros de piedra de las terrazas agrícolas de la zona, creando un conjunto donde la edificación y los espacios verdes se vuelven simbióticos.

La cota superior de las villas puede leerse como un jardín que, partiendo del edificio principal, se extiende hacia los campos. En el nivel inferior, cada una de las villas, abierta hacia el paisaje y protegida de las miradas ajenas, disfruta de su mundo particular. El paisaje que divisa es sólo suyo, así se lo hace creer el proyecto.

Para la construcción se han utilizado fundamentalmente los materiales presentes en el entorno. Se podría decir que el proyecto es piedra, tierra y luz, todo ello disfrutado desde la intimidad.

La ampliación del spa implicaba la incorporación de salas con vistas hacia el paisaje. En este sentido, la mayor preocupación era evitar que el edificio histórico, de aspecto macizo, descansara sobre una base acristalada: grandes pérgolas de madera y vegetación borran el brillo de los cristales, situándolos en un segundo plano.

Desde la carretera, la visión del antiguo hotel después de la intervención sigue siendo la misma de siempre, a pesar de la ampliación del spa y de la construcción de las nuevas villas. El gran edificio histórico continúa reposando sobre muros de piedra, de la misma manera que el paisaje sigue estando constituido por bancales y muros de piedra seca. Desde la lejanía todo continúa igual.