Desde que el edificio original de Louis I. Kahn fuera inaugurado en 1972, el Museo Kimbell ha ido ampliando su colección y requiriendo nuevos usos, de suerte que ha resultado inevitable construir un pabellón para albergar una gran sala de exposiciones temporales, aulas y seminarios, así como un auditorio de 298 butacas.

El nuevo edificio se sitúa al oeste de la construcción de Kahn, y de la que se hace eco a través de dos estrategias. La primera concierne al replanteo de la ampliación, que, prudentemente separada de la preexistencia, sirve para potenciar el acceso correcto al edificio de Kahn, corrigiendo así la tendencia de los visitantes a entrar por lo que el propio arquitecto consideraba una puerta trasera. La segunda se refiere a cuestiones estilísticas, y relaciona lo nuevo con lo viejo no tanto a través del lenguaje como de aspectos más abstractos: la escala, la disposición general o el empleo de luz natural.

El nuevo edificio resuena así con sutileza con el museo de Kahn tanto por su escala como por su organización general, pero tiene un carácter más abierto y transparente. Ligero, discreto (la mitad de su huella está bajo tierra), es capaz de establecer un diálogo con lo preexistente gracias al modo en que se ligan sus dos volúmenes. El principal —el llamado ‘Flying Pavilion’ que da a la fachada oeste del edificio de Kahn— tiene una fachada tripartita que da cuenta de las actividades que se producen dentro. En el centro de la fachada, una pieza liviana, transparente y acristalada funciona como acceso principal al museo.

En el lado opuesto están los espacios expositivos, definidos por una secuencia de pilares de hormigón armado cuya concatenación y ritmo evocan los de una columnata clásica y dotan de carácter al edificio. Sobre los pilares se apoyan unas grandes vigas de madera laminada que se prolongan al exterior para conformar unos poderosos aleros que dan sombra a las fachadas orientadas al sur y al norte. En las salas de exposición, esta estructura a base de pilares de hormigón y vigas de madera permite colgar una cubierta textil tensada que se dispone en paralelo a la membrana de vidrio para generar un ambiente cuidadosamente controlado. Esta lámina textil permite asimismo ocultar los focos de iluminación artificial.

Finalmente, un pasaje acristalado conduce a la tercera de las piezas que conforman el museo, semienterrada y protegida bajo una cubierta ajardinada y muy aislante, que contiene la galería destinada a las obras más sensibles a la luz, así como un auditorio y talleres de formación.