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Una tragedia griega

Mímesis y catarsis

30/09/2015


La Grecia en perpetua crisis está viviendo, en verdad, una tragedia: es incapaz de escapar a su destino. Un destino que, al igual que en las obras de Esquilo, unos creen impuesto por los furibundos dioses de la Troika (el Olimpo financiero) y otros ven como el fruto de la propia inconsciencia (Grecia como Edipo) o incluso de la hibris simbolizada por la desmesura de los Juegos de 2004. Como toda tragedia, la griega ha producido catarsis y también ha tenido sus oráculos y sibilas, cuando no sus casandras: las mismas que, si hace diez años advertían del peligro del endeudamiento y hace cinco de las consecuencias de la quiebra helena, ahora lo hacen sobre los efectos (para muchos peligrosos y para algunos beneficiosos) del tan cacareado Grexit.

La llegada al poder de Syriza no ha conseguido rebajar la tragedia a simple drama, sino que ha reforzado su condición trágica con nuevos y dionisíacos personajes: Varufakis como héroe que se enfrenta al destino inevitable y, por supuesto, fracasa; Tsipras abocado a firmar un pacto en el que no cree y condenado por ello al destierro; el pueblo haciendo de corifeo en un referéndum que nadie respeta. Y todo esto con el telón de fondo de dos grandes edificios: la derrochadora sede del BCE, con sus facetas de cristal; y el austero Parlamento Helénico en la ya famosa plaza Síntagma, construido por un arquitecto alemán en 1843.

Mientras tanto, el día a día sigue engordando las cifras: se calcula que hay 300.000 casas vacías en Atenas, y que sólo este año han abandonado Grecia 165.000 personas. Continuará...


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