La historia de la arquitectura moderna se inició con el derribo de las viejas certidumbres. Perdidos los fundamentos —arrastrados por las ideas ilustradas—, los arquitectos se lanzaron a la búsqueda de un principio legitimador para su disciplina. Tras la disolución del orden, sin embargo, la única certeza que hoy vislumbramos es la imposibilidad de su reconstrucción. El único plano firme sobre el que cimentar un discurso coherente parece ser la arbitrariedad consustancial a la arquitectura, que a modo de pecado original marca inevitablemente cada proyecto.
Desde esta condición moderna comienza el argumento de La memoria del orden, nuevo escrito teórico del catedrático José Ignacio Linazasoro y que publica Abada Editores en un delicioso formato. Como si de un Teseo sin Ariadna se tratase, el arquitecto moderno se enfrenta a su laberinto sin aquel hilo que prometía una salida segura. ¿Qué ha de hacer el arquitecto? Creer ahora en una Ariadna imposible sería una ingenuidad. ¿Tan sólo le queda un nihilismo vacío como salida? ¿Es posible una arquitectura con sentido?
Para Linazasoro, una arquitectura con sentido es la que participa intensamente de esta condición moderna, apoyada en la paradoja y la contradicción como únicos soportes, y que al mismo tiempo establece una relación cultural con su historia: una arquitectura de la memoria. El autor la encuentra en la obra de algunos arquitectos (Piranesi, Soane, Loos, Le Corbusier o Tessenow), cuyas lecciones desmenuza con admiración y precisión mientras construye el argumento del libro.
Si a la condición moderna le corresponde la imagen de una caída, estas lecciones la convierten —a la manera de una felix culpa agustiniana— en verdadero potencial para una disciplina, la arquitectura, cuya vigencia y autonomía defiende apasionadamente el arquitecto vasco. En medio del laberinto, Linazasoro nos propone así su propio cordel con un texto lúcido, riguroso y —permítaseme decirlo— de lectura imprescindible.