La presencia de un fragmento basta para evocar con intensidad la unidad de la cual procede. El cabo suelto activa inmediatamente la imagen del momento en el que todo quedará bien atado. Cabos sueltos es precisamente el título bajo el cual Carlos Martí Arís ha reunido una serie de escritos diversos en forma de libro. Esta obra parece en sí misma un gran oxímoron, un enfrentamiento de múltiples miradas que al disponerse juntas producen una tensión en la que se encuentra la lección del texto. Bajo la presencia intensa de lo contingente, todo en este libro nos habla de un impulso: el que nos lleva de lo particular a lo universal, de la aspiración al orden. Y no es ya un orden que se identifique con uniformidad o estatismo. El fragmento está presente y no desaparece en un proceso lineal de reunificación.
Carlos Martí Arís se acerca en este libro a los maestros de la modernidad (Le Corbusier y Mies por encima de todos); a sus maestros cercanos (Grassi); a arquitectos afines, a amigos. Los retrata con precisión y, en un nuevo oxímoron, acaba por configurar un autorretrato. Más aún, al completar la intensa observación de sí mismo en los otros, el autor pone en marcha una nueva inducción, y el autorretrato se convierte en el instrumento óptimo para representar a todos los hombres.
Como si de un argumento más se tratase, la sobria y elegante edición a cargo de Ricardo S. Lampreave se une al discurso y le confiere un marco de posibilidad y validez. Respalda así la manifiesta preferencia del autor por el segundo plano y su voluntaria militancia en una poética del silencio. El concepto de tipo —liberado de las connotaciones que lo han mostrado como una coacción a la libertad creativa o como un mero elemento clasificatorio— y la defensa que realiza el autor de un pensamiento sincrónico recorren todo el libro y son objeto de escritos imprescindibles dentro del conjunto. Bien haría nuestro tiempo en considerar la lección que contiene.