Desde que el ser humano empezara a manejar los metales hacia el año 6.000 a.C., el desarrollo de la metalurgia se ha asociado a las revoluciones de la humanidad, no sólo las tecnológicas sino también las económicas, sociales y culturales. Pero la incorporación de los metales a la arquitectura como elemento intrínseco de ella y no sólo como material con usos auxiliares o decorativos no se produjo hasta después de la primera Revolución Industrial, durante la época de la arquitectura del hierro, que transcurrió fundamentalmente en el siglo XIX. El hierro colado al principio y el acero después fueron haciéndose un hueco importante entre los materiales estructurales, volviéndose casi hegemónicos hasta que se popularizó el uso del hormigón armado durante las primeras décadas del siglo XX.
En las cubiertas arquitectónicas, el uso del plomo se extendió de manera muy notable durante esa misma época —aunque este material comenzara a emplearse muchísimo antes—, gracias a su maleabilidad, a su resistencia a la corrosión y a sus excelentes propiedades impermeables. Además, desde finales de la década de 1930, con la irrupción del muro cortina, se comenzó a desarrollar el uso industrial de los metales como materiales de la envolvente arquitectónica, un proceso que se ha acelerado en las últimas décadas coincidiendo con una nueva revolución tecnológica.
Los metales que se han ido incorporando en la fabricación de cerramientos arquitectónicos son muy variados, y cada uno de ellos aporta sus propias y singulares características, determinando de este modo el acabado final de los edificios merced a sus características estéticas propias, que difieren sensiblemente entre sí. Altamente extendido está, por ejemplo, el empleo del acero al carbono, el aluminio y el acero inoxidable (véanse Arquitectura Viva 166 y 173), de los que existen numerosas aplicaciones en el mercado, y menos abundante pero con notable presencia desde el punto de vista cualitativo tienen otros metales, como el estaño, el plomo, el titanio, el cobre y el zinc (véanse Arquitectura Viva 170 y 180), así como el sinfín de aleaciones y compuestos que han inundado la oferta industrial de sistemas para envolventes arquitectónicas. Todos ellos se emplean con la función fundamental de servir de filtro solar y de protección contra el viento.
Además, los metales se emplean muy habitualmente como separación de la envolvente térmica para crear ventilaciones pasivas en cámaras aireadas, dado que la alta conductividad y la baja inercia térmica de los metales desaconsejan su empleo en solitario como material de cerramiento. Aprovechando este efecto, el edificio Block Social de Nestlé en Graneros (Chile), de Guillermo Hevia, sitúa planchas de acero cortén perforadas en la envolvente exterior, para forzar el movimiento del aire húmedo que se evapora del estanque perimetral circular entre la doble piel, refrigerando así de forma natural el edificio. También es muy frecuente el uso de cerramientos metálicos como protección de vistas y su empleo a modo de celosías de ocultamiento, ya sea perforando el material o mediante lamas, que siguen patrones geométricos muy diversos (véase Arquitectura Viva 161).
Ventajas de fabricación
Las pieles metálicas se caracterizan fundamentalmente por su ligereza, dado que necesitan espesores muy delgados, en comparación con otros materiales no metálicos, para cumplir su función de barrera protectora, y todo ello a pesar de tener densidades elevadas. La durabilidad es otra característica fundamental de estos materiales, ya que suelen ser muy estables a lo largo del tiempo, salvo por la oxidación, aunque existen gran variedad de estrategias para controlar o estabilizar sus efectos negativos. La reciclabilidad y la reutilización de los metales es otro de sus puntos fuertes, dado que se puede volver a reaprovechar la totalidad del material, y su huella energética resulta notablemente menor que en el reciclaje de otros materiales.
Prácticamente todos los metales pueden encontrarse en el mercado bajo los mismos productos comerciales, y su empleo en el diseño de los cerramientos es muy variado. En su uso como materiales de acabado, resultan idóneos en rehabilitaciones de edificios existentes, tal y como ocurre, por ejemplo, en la intervención en el Garage Club de Edogawa realizado por Jun’ichi Ito Architect & Associates.
Gracias a la fundición, los metales pueden presentarse bajo muy diversas formas y tamaños. A partir de finos alambres trenzados entre sí para formar cordones y cables, es posible incluso obtener tejidos metálicos similares a los textiles, tejidos cuya combinación permite gran variedad de patrones y texturas, como las empleadas, por ejemplo, por JFAK Architects en el Departamento de Policía de Los Ángeles. La flexibilidad tanto del diseño como del acabado permite una adaptación mucho más libre que la conseguida por otros sistemas de cerramiento
Mallas y lamas
Las mallas electrosoldadas, a diferencia de las telas, tienen fijos los puntos de paso, por lo que el patrón geométrico queda mucho más determinado. La combinación de alambres y chapas de diverso espesor permite asimismo una infinidad de texturas y pasos, desde celosías muy tupidas hasta planos casi transparentes. Utilizando barras de acero galvanizado, Cristina Díaz Moreno y Efrén García Grinda (amid.cero9) revisten los edificios de la Fundación Giner de los Ríos, que se distribuyen por el jardín, densificando su malla o aligerándola en función de la mayor o menor permeabilidad tanto a la luz como a las vistas.
La fabricación de lamas preconformadas con una gran variedad de formas y diseños permite asimismo un abanico muy amplio de soluciones, ya que estas también se pueden presentar en diversos materiales: aluminio, acero inoxidable, cobre y acero prelacado con infinidad de colores. Mediante mallas de aluminio y paneles de acero inoxidable, Foster + Partners realizaron el Banco Marroquí de Comercio Exterior (BMCE), conformando la fachada mediante una celosía exterior a partir de un patrón geométrico.
La laminación del metal permite, por su parte, la presentación en chapas de espesores muy diversos. Estas chapas pueden ser continuas o bien perforadas. Las últimas, gracias al avance de la fabricación por control numérico (CNC), han revolucionado este sistema, permitiendo una libertad de diseño total con unos costes de fabricación mucho más reducidos. La Biblioteca y el centro comunitario de Waur, Australia, de Whitefield McQueen Irwin Alsop Architects, está envuelta con chapas perforadas de diversos patrones, lo cual consigue dar un gran movimiento a la fachada. Una variación de la perforación es el golpeo mecánico de chapas o mallas planas para producir una textura tridimensional, tal y como hicieron Herzog & de Meuron en el CaixaForum de Madrid.
Estas láminas y chapas pueden plegarse y ondularse dando lugar a otra familia de elementos muy extendida en el uso de la arquitectura, como son las chapas preconformadas. Impulsadas por los diseños de Jean Prouvé a partir de la segunda mitad del siglo XX, su uso se extiende por todo tipo de edificaciones, en fachada y en cubierta. Buena muestra de ello es la cubrición del Parque Arqueológico El Molinete de Cartagena, de Amann, Cánovas y Maruri, donde se alterna la disposición del grecado en diferentes planos, obteniéndose así un conjunto facetado de gran potencia plástica.
Bandejas y ‘cassettes’
El sistema de bandejas con juntas engatilladas es la forma más común en la que se comercializan los metales más maleables, como el zinc, el cobre y el plomo. Más habitual en cubiertas que en fachadas, el sistema tiene una única limitación: la dilatación térmica del material, que, al ser muy elevada en relación con otros y al tenerse que compatibilizar con espesores muy finos, puede provocar deformaciones importantes.
A partir de láminas metálicas plegadas volumétricas, generalmente de acero o aluminio, se forman los llamados cassettes, que permiten el revestimiento de planos ciegos, dejando las juntas vistas y remetidas, y dando a las fachadas continuas los ritmos y el volumen deseado.
Dentro de los sistemas compuestos, los paneles multicapas han tenido una gran penetración en el mercado, y su uso resulta muy extendido tanto en cubiertas como en fachadas. Con un alma aislante generalmente de espuma rígida de poliuretano (PUR) o poliisocianurato (PIR), los paneles poseen dos chapas metálicas con papel kraft en su exterior, que suelen ser de aluminio gofrado o lacado, acero prelacado o acero galvanizado: una composición multicapa que contrarresta uno de los grandes inconvenientes de los metales, la alta trasmitancia térmica.
En definitiva: las posibilidades geométricas, de usos, acabados y texturas, que las pieles metálicas ofrecen son casi infinitas. La tecnología de fabricación y el conocimiento del comportamiento de los materiales permiten en la actualidad un sinfín de soluciones donde la imaginación del proyectista es el único condicionante.