En los Hudson Yards de Nueva York, muy cerca de The Vessel de Thomas Heatherwick (véase Arquitectura Viva 213), se levanta The Shed, otro gran híbrido de arquitectura y escultura construido por Diller Scofidio + Renfro. Si el monumento lúdico de Heatherwick tenía como tema la participación ciudadana y se materializaba en una escalera sin fin, el del estudio neoyorquino evoca el Fun Palace de Cedric Price y, por tanto, su argumento es la flexibilidad, y su poética, la máquina.

En efecto, más que una escultura urbana, The Shed es un inmenso mecanismo dedicado a la programación cultural y las artes visuales, y que resulta capaz de dar respuesta a todo tipo de actos artísticos y festivos gracias a su planteamiento abierto. Su elemento más espectacular es la gran cubierta telescópica que, deslizándose sobre rieles, se despliega inquietantemente sobre la plaza contigua, de suerte que pueda duplicarse la huella del edificio y generarse un nuevo espacio destinado a la celebración de actos con gran concurrencia de público.

El movimiento de la cubierta —un armazón de acero que sostiene una trama ciclópea de cojines de ETFE, y pesa 4.040 toneladas— se inspira en las grúas pórtico comunes en el sector ferroviario, y consiste en seis bogies compuestos por dos o tres ruedas de acero, que mueven un conjunto de motores de quince caballos a la pasmosa velocidad de 0,4 kilómetros por hora. Todo un homenaje al Futurismo.