Mis primeros trabajos como arquitecto tienen en común la búsqueda de la ligereza. La razón es muy sencilla. Cuando eres joven, intentas hacer lo contrario de lo que hace tu padre. Mi padre construía edificios con arena, hormigón y ladrillos. Yo quise hacer lo opuesto, pero no creo que la búsqueda de la ligereza pueda entenderse solo como un acto de rebelión. Me gustaban las cosas ligeras, instintivamente: pensaba que trabajar con la ligereza podría ser un poco más poético, como trabajar con la transparencia. La ligereza y la transparencia están íntimamente relacionadas. Y también la luz, que en sí misma es uno de los materiales más importantes. El amor a la ligereza proviene de muchas cuestiones, entre ellas quizá también el reto de hacer cosas con pocos materiales. Una bicicleta es bella porque uno puede entenderla de un vistazo: ves las fuerzas que la atraviesan, comprendes cómo funciona. Es una estructura ligera...
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