Jacques Herzog
Para un joven arquitecto en los comienzos de su carrera profesional, es un reto reconocer el entusiasmo que despierta la obra de colegas más asentados, que se contempla con una mezcla de desdén y admiración. Para mi generación, esto ocurrió en los años 1980, la década que celebró el auge de la posmodernidad; un momento que Fracturas y ficciones plasma como si fuera un diario de campo, antes de que se impusiesen nuevas tendencias como el minimalismo y la arquitectura se aproximase al icono.
Por otro lado, en Empeños sostenibles, Luis Fernández-Galiano presenta artículos y ensayos que, pese a haberse publicado entre 1976 y 1984, mantienen la frescura que tendrían de haberse escrito hoy. En ellos descubrimos la íntima relación que existe entre energía y arquitectura desde los tiempos de las cavernas o las consecuencias de la cada vez mayor escasez de recursos que nos sigue acuciando. El autor comenzó a tratar estos temas a la temprana edad de veintiséis años, arrancando con ello una andadura que proseguiría con su tesis doctoral, El fuego y la memoria, y que ha jalonado una vida entera como escritor, crítico, profesor y, en definitiva, intelectual. Su prosa lúcida y atenta ha podido así llegar a políticos y figuras públicas más allá del campo de la arquitectura.
Miguel Aguiló
En los dos volúmenes de Las grandes esperanzas, Luis Fernández-Galiano reflexiona sobre lo ocurrido en España durante el período más ilusionante de su historia reciente. En principio se trata de textos de arquitectura, pero han sido tratados en toda su amplitud, como es habitual en un autor que —siempre tan atento al dibujo del contexto— los convierte en imprescindibles para entender la historia de este país. Empeños sostenibles atiende las preocupaciones y perplejidades tecnológicas sobre la construcción, la energía y la sostenibilidad en un país zarandeado por acontecimientos políticos, mezclados con la crisis del petróleo y sus consecuencias económicas.
Fracturas y ficciones se refiere al conjunto de preguntas sobre arquitectura, historia y arte que se hace una sociedad tranquilizada por su presencia en Europa y entretenida en preparar dos celebraciones disjuntas al mismo tiempo. Organizados por temas, los veinticuatro textos del primero tienen la factura de artículos de revista, mientras los cien del segundo son retratos breves y variados, de manera que lo reflexivo y anticipador de los Empeños se combina con la fugaz diversidad de las Fracturas y ficciones para atrapar al lector. Dos libros para tener siempre a mano.
Si los años 1970 centraron la atención en lo vernáculo y lo alternativo, los 1980 contemplaron el éxito del clasicismo posmoderno y la emergencia de un deconstructivismo que coincidió con la caída del muro de Berlín.
Norman Foster
Bajo el título de Las grandes esperanzas, Luis Fernández-Galiano ha reunido sus escritos entre 1976 y 1992 en dos tomos en los que diluye las fronteras entre la arquitectura, el urbanismo, la tecnología, la historia y el arte desde una perspectiva que continúa hoy siendo relevante. Erudito y reflexivo, el crítico nos hace abrir la mente y —casi de forma literal— los ojos, al enhebrar con maestría, como un director de arte, imágenes tan estimulantes como el propio texto en una singular e inspiradora combinación.
Rafael Moneo
Una publicación como esta nos hace ver cómo artículos que en su día pretendían informar e interpretar críticamente lo que acontecía en arquitectura se transforman, con el tiempo y un nuevo formato —el de un libro—, en una auténtica crónica de lo ocurrido, en historia. No necesita de estructura, ya que la continuidad y el orden los proporciona la cronología, en tanto que las páginas del libro hacen que en ellas se decanten, filtrándolas, las ideas. Parece que el autor, al tratar de objetivar lo ocurrido, quisiera que los hechos hablasen por sí solos al situarlos en el horizonte político y cultural en que se produjeron, con él como el estricto notario que los documenta.
Carlos Jiménez
El sugerente título de Las grandes esperanzas nos invita a rememorar diecisiete años a través de los escritos del clarividente arquitecto y crítico Luis Fernández-Galiano. Una preclara pareja de volúmenes en la que el autor recopila pronósticos sobre un futuro que ha acabado convirtiéndose en nuestro indefectible presente. Uno de los mayores encantos de esta antología es poder asomarse, mediante una prosa inquisitiva y lírica, a la perspicaz mente de Fernández-Galiano, ya sea en la crónica de una oleada de optimismo o el anuncio de una crisis por venir: una narración que eleva el afán periodístico a auténtica vocación literaria.
Condensando la agitación y las aspiraciones de las dos décadas previas, llegamos expectantes a 1992, un año trascendental que es preludio de Años alejandrinos, la impresionante colección de sus artículos de los años venideros. Al leer Las grandes esperanzas, uno tiene la sensación de que 1992 supuso una celebración que terminó antes de empezar. Pero estos escritos permanecen y, como estos, otros más vendrán, ya que como Rossi nos recuerda: «No queda sino volver a emprender, con cierta obstinación, la reconstrucción de los elementos y los instrumentos a la espera de otros días de fiesta».
La obra extiende su relato hasta el annus mirabilis de España, que en Madrid, Capital Europea de la Cultura, abrió el Museo Thyssen, y en la sevillana isla de la Cartuja levantó el conjunto de pabellones de la Exposición Universal.
Renzo Piano
Los textos de Luis Fernández-Galiano sobre las décadas de 1970 y 1980 demuestran que los cambios globales solo se hacen visibles a los ojos que se anticipan a los del resto. A mí me ocurrió: en aquellos años estaba tan absorto en mi trabajo que no advertí —excepto, quizá, por mi intuitiva atracción por la luz y la ligereza— la revolución ambiental que comenzaba.
Lentamente, muy lentamente, fui dándome cuenta, como todos al fin y al cabo, de la necesidad de proyectar edificios más sostenibles. Por suerte, la necesidad —la imperiosa necesidad— es la fuente de inspiración más fiable y el antídoto más efectivo contra la academia. Por eso ahora me siento mejor, ya que construir un mundo más concienciado no es solo una obligación, sino también la mejor oportunidad para explorar nuevas poéticas en el lenguaje de la arquitectura.
Dominique Perrault
La arquitectura sustenta físicamente y ampara los estilos de vida, la estabilidad económica y las visiones políticas. En este sentido, la maravillosa recopilación de ensayos y artículos de Fernández-Galiano forma una emocionante y apasionada crítica de la arquitectura, en su relación con la historia, la economía, el arte y la sociedad, a lo largo de un fértil y turbulento periodo desde finales de los años 1970 hasta principios de los 1990. Más de tres décadas después, hemos heredado muchas de las preocupaciones que aparecieron en aquel momento: el surgimiento y la conciencia de la ecología y el cambio climático, la necesidad de construir ciudades y arquitecturas sostenibles, o el impacto de los avances tecnológicos.
Hoy, en un momento de profunda crisis ligada a la pandemia de covid-19, resuena en estos libros un eco especial. Los arquitectos proseguirán el debate: tendrán que reconocer la urgencia de nuestra situación, responder con determinación y reinventar la forma en que construimos ciudades y edificios, de acuerdo con las nuevas formas de trabajar, comunicarse y moverse. Con mirada consciente y crítica al pasado, creo en la capacidad de los arquitectos y urbanistas para tender puentes e imaginar el futuro de manera pragmática y positiva. Estas ‘Grandes esperanzas’ son ahora más necesarias que nunca.
Eduardo Souto de Moura
No, Las grandes esperanzas no es un libro. Son oportunas crónicas, fragmentos sin doctrina. Porque no se trata de una religión; no se trata de la ‘muerte de Dios’ ni de la ‘muerte del hombre’, sino de la muerte del mundo, suceso que estamos obligados a prevenir en aras de nuestra supervivencia.
En 1992 se celebraron en Barcelona unos Juegos Olímpicos que sirvieron para remodelar la ciudad, desde entonces referencia para muchas otras, pero el año mágico del país se cerró con el sabor a ceniza de una crisis económica.
José Manuel Sánchez Ron
La arquitectura es una disciplina tan plural, tan mestiza —es, al mismo tiempo, técnica, ciencia, arte y sociedad—, que se la puede considerar desde muy diferentes perspectivas. Los textos que Luis Fernández-Galiano ha reunido en dos preciosos volúmenes poseen la inmensa virtud de hermanar todas esas perspectivas, mostrando la armonía que subyació a lo largo de una parte importante del siglo XX entre el desarrollo de la arquitectura y la historia sociopolítica, especialmente, pero no de forma exclusiva, en España. Fue, ciertamente, un tiempo esperanzado. Y fructífero.
Fulvio Irace
En 1955, Bruno Zevi comenzó a publicar Architettura. Cronache e storia, revista que editó durante casi medio siglo hasta su muerte en el año 2000. La yuxtaposición de estos dos términos —crónicas e historia— representaba para él la necesidad de unir la mirada fugaz del crítico con el largo devenir de la historia. Zevi creía que ambas historias, la corta y la larga, necesitaban una reconciliación para que el crítico pudiera trabajar manejando el conocimiento del pasado (generalmente una prerrogativa de la historia) y el historiador apreciase el presente como una privilegiada posición para observar el ayer.
Cuando Zevi fue invitado por el semanario L’Espresso a escribir una columna sobre arquitectura, tras unos años comenzó a coleccionar sus artículos en series editoriales —Cronache d’architettura— que hoy todavía consideramos una valiosísima fuente.
Creo que la última propuesta de Luis Fernández-Galiano —profesor de arquitectura, crítico, historiador y editor— puede entenderse como una respuesta a la misma necesidad: pretende diluir las fronteras entre la crítica y la historia, demostrando brillantemente cómo los efímero actos de la crítica se convierten en parte de un concepto más amplio de la historia, como fragmentos individuales de un gran fresco que abarca varias décadas del pasado reciente.
No por casualidad, uno de los primeros ensayos de Fracturas y ficciones, ‘La nueva historia es vieja’, se centra en el tema de la ‘nueva historia’ y su amenaza de alterar nuestra lectura del pasado. Las piezas breves de Fernández-Galiano, trazadas como parte de una geografía cultural en función de coordenadas temáticas, demuestran claramente la necesidad de que la historia sea ‘total’ (si no global), utilizando cualquier estrategia posible (la arquitectura como arte, la fotografía u otros temas sociales y políticos) para explorar la densidad y la complejidad del pasado como parte de nuestro presente.