En esta época de crisis global que vivimos, somos testigos del resurgimiento de la idea del arquitecto como ‘activista’ comprometido con problemas sociales como la pobreza o la vivienda barata. Sin embargo, este papel no resulta a menudo más que una simple improvisación que apenas consigue captar la complejidad de los problemas sociales y que no logra superar la condición de simple reclamo populista. Hubo otra época, sin embargo, en la que los arquitectos se responsabilizaban de los problemas sociales de la ciudad mientras continuaban siendo arquitectos, es decir, creando arquitectura, enseñando arquitectura y estudiando arquitectura.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Italia contó con este tipo de arquitectos, cuyas primeras encarnaciones fueron Ernesto Nathan Rogers, Giuseppe Samonà y el propio Ludovico Quaroni, padre y figura fundamental de la llamada Escuela de Roma, un grupo de arquitectos reunidos en torno a la academia de arquitectura fundada por el urbanista conservador y teórico de la restauración de monumentos antiguos Gustavo Giovannoni. Quaroni fue arquitecto, urbanista, teórico de la ciudad, educador y, de manera especial, un influyente polemista cuyos escritos tuvieron un gran impacto en los debates sobre el papel público de la arquitectura en el periodo de posguerra. Sin embargo, Quaroni fue también un controvertido creador cuya obra transitó por diferentes estilos, comenzando con la arquitectura monumental y clasicista de los propileos de la Piazza Imperiale del barrio E.U.R. en Roma y terminando con un estilo similar en su propuesta para la ópera de la misma ciudad. Entre estos dos proyectos, Quaroni adoptó maneras radicalmente opuestas como el neorrealismo, el expresionismo o la arquitectura metabólica. La explicación de este eclecticismo puede buscarse en la ansiedad por definir cuáles debían ser las relaciones adecuadas entre la arquitectura y la ciudad en el histórico periodo durante el cual Italia pasó de ser —en muy pocos años— una sociedad agraria a otra industrial. Fue esta ansiedad la que provocó que cada proyecto de Quaroni se ejecutase como un manifiesto o incluso como una tesis sobre qué tipo de arquitectura podría representar mejor el ethos propio del cambio social...