Arte y cultura 

Ralph Erskine, 1914-2004

Construir la democracia

Daniel Fernández-Carracedo  Óscar Miguel Ares 
31/10/2014


Tras la exposición de Estocolmo de 1930, Suecia se había convertido en un referente de las ideas renovadoras del urbanismo. En mayo de 1939, el joven Ralph Erskine, nacido en un pequeño pueblo de la periferia de Londres en 1914, intuyó que sus inquietudes como arquitecto podían desarrollarse al abrigo del ámbito político del socialismo sueco, emprendiendo un viaje sin retorno. Su escueto equipaje —una bicicleta, una mochila y un saco de dormir— parecía anticipar todo un modo de vida y un procedimiento de trabajo.

En 1953, Erskine y el escultor danés Egon Møller-Nielsen presentaron su propuesta al concurso para el ‘Monumento al preso político desconocido’. Contrariamente a lo que pudiera imaginarse, la propuesta se alejaba del canon figurativo y emotivo que era lógico suponer en este tipo de intervenciones. Ambos, arquitecto y escultor, sorprendieron al jurado al proponer un vacío destinado a actividades lúdicas como el baile, el patinaje o los juegos infantiles. Una topografía moldeada, con forma de cuenco, presidida en su centro por una plataforma sobre la que celebrar debates, reuniones políticas y disertaciones abiertas al público, configuraba una arquitectura festiva al tiempo que evasiva. El carácter participativo del espacio sustituía la supuesta carga simbólica. Como era de esperar, el jurado deliberó a favor de una propuesta monumentalista más convencional, que incorporaba la figura de un prisionero en lo alto de una gran estructura de acero, desestimando la idea positivista y humanista de Erskine y Møller-Nielsen...

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