La nueva verdad (mejorada) según Rem Koolhaas y sus áureos clientes Miuccia Prada y Patrizio Bertelli, del imperio de la moda llamado Prada, es que «el consumo es cultura». Aunque tan necia arenga ha circulado con éxito desde que Warhol plagiara las latas de sopa Campbell y las cajas de detergente Brillo en los años sesenta, la situación política del siglo XXI, en la que no queda ninguna ideología que contrarreste el consumismo, hace que la frase sea pérfidamente ideológica. En este contexto Prada se convierte en el Pravda de la globalización, y Koolhaas en su Kaganovic. La mercantilización de hasta el último centímetro cuadrado de la existencia, la especulación comercial aplicada hasta a los más íntimos sentimientos y la tiranía del darwinismo de mercado quedan disimuladas con la ironía de la publicidad y bajo los reconfortantes envoltorios de los productos de diseño, grabados en la existencia cotidiana con el sigilo de un código de barras. La consciencia de las miserias del presente ha quedado absorbida y narcotizada por el hipnótico régimen del consumismo...
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