David Chipperfield Architects, Royal Academy of Arts, Londres

Los arquitectos están por lo general educados en la idea moderna de que su función es modelar un mundo nuevo, y aspiran por ello a erigir edificios de nueva planta o incluso a determinar con sus proyectos partes enteras de la ciudad. Sin embargo, la profesión hoy tiende a consistir cada vez más en construir sobre lo construido: en incorporar al proyecto las trazas, muchas veces poderosas y a veces también incómodas, del pasado.

La incorporación de estas trazas puede darse de muchas maneras, que dependen tanto del talante del arquitecto y su visión del pasado cuanto de la condición de la preexistencia. En ocasiones, la traza del pasado es tan poderosa que el arquitecto no puede enfrentarse a ella sino con la actitud de respeto de la que hoy hace gala la restauración científica. Cuando tal ocurre, el profesional —sostenido casi siempre por un equipo multidisciplinar— asume el lema clásico de ‘fijar, limpiar y dar esplendor’ al monumento, aunque su respeto no deje de estar sobrevolado por todo tipo de ideologías acerca de qué es un monumento y hasta qué punto se debe o no trabajar sobre él. En otros casos, la traza memoriosa de la preexistencia es menos profunda o enérgica, ora porque el edificio sea menos antiguo, ora porque esté peor conservado, ora porque de él solo queden fragmentos. Y es aquí donde los arquitectos se encuentran, probablemente, más cómodos, por cuanto pueden trabajar de modos más abiertos en los que la relación con el edificio patrimonial puede tomar la forma del distanciamiento creativo y el diálogo entre lo viejo y nuevo.

Arquitectura Viva quiere dar cuenta de los retos, cada vez más exigentes y más relevantes para la profesión, del trabajo sobre las preexistencias, y con tal propósito este dossier recopila cuatro ejemplos situados en uno de los países pioneros en la reflexión y la actuación sobre el patrimonio, Inglaterra. Se trata de ejemplos que presentan de diferentes opciones de trabajo. La actuación en la Torre de Clifford en York, de Hugh Broughton Architects, se sostiene en una estrategia de inserción de lo nuevo sobre lo antiguo que da pie a un sereno diálogo entre geometrías y acabados. Por otro lado, mientras que la biblioteca del Magdalene College de Cambridge, de Níall McLaughlin Architects, se concibe como una suerte de reflejo tipológico y material del edificio histórico junto al que se levanta, el nuevo Homerton Dining Hall en la misma universidad, de Feilden Fowles, resulta de interpretar creativamente la tradición de los colleges y de las artesanías del Arts and Crafts. Finalmente, en el centro comunitario Sands End, de Mae Architects y en la capital inglesa, el vínculo se establece no tanto con un edificio construido cuanto con una preexistencia ambiental: el South Park de Fulham donde se inscribe un delicado pabellón cuya forma y materiales evocan la tradición de los invernaderos.

Robert Venturi & Denise Scott Brown, Ala Sainsbury de la National Gallery, Londres