Hace un año, como si fuera la erupción de un volcán hasta entonces callado, las voces de las mujeres se hicieron oír en todo el mundo al calor de un hashtag afortunado, #MeToo. La denuncia del acoso sexual sufrido por algunas actrices de Hollywood perdió su condición local para convertirse en la denuncia, mucho más amplia, de la condición secundaria, cuando no simplemente de sometimiento, a la que la mayor parte de las sociedades vienen condenando a las mujeres desde tiempo inmemorial. La proclama #MeToo se extendió tan rápidamente que, apenas unos meses después de la denuncia contra el productor Harvey Weinstein y otros famosos actores, dio pie a otras denuncias contra profesionales de otros campos —incluida la arquitectura—, en un movimiento que alcanzó su cénit en la huelga feminista mundial celebrada el pasado 8 de marzo, que en España resultó especialmente exitosa.
Al hilo de este proceso de reivindicación de la mujer y en el contexto de la muestra dedicada a Lina Bo Bardi, la Fundación March celebró entre el 6 y el 15 de noviembre un ciclo de conferencias sobre cuatro grandes pioneras de la arquitectura moderna —Eileen Gray, Lilly Reich, Margarete Schütte-Lihotzky y Charlotte Perriand—, presentadas, respectivamente, por Beatriz Colomina, Carmen Espejel, Fuensanta Nieto y Ángela García de Paredes. Cuatro pioneras que quedaron a la sombra de maestros como Ernst May, Mies van de Rohe y Le Corbusier, pero sin cuya contribución la modernidad hubiera sido diferente.