Es cierto: no hay que hacer mudanzas en tiempos de tribulación. Al menos no hay que hacerlas en aquello que funciona, o incluso funciona bien. Tal puede aplicarse en la enseñanza de la arquitectura en España y, en particular, en su escuela más antigua, la ETSAM, que desde que la profesión alcanzase el reconocimiento que merecía en el extranjero no ha dejado de exportar talento. Para dar cuenta de ello, basta con radiografiar la institución por segmentos y generaciones. Así, a Rafael Moneo, —que hace décadas siguió la estela de Sert en EE UU— acompañan ahora quienes han asumido importantes responsabilidades en las más prestigiosas escuelas norteamericanas, como Alejandro Zaera en Princeton, Iñaki Ábalos en Harvard y Juan Herreros en Columbia. A ellos se suman los académicos de Bellas Artes con presencia internacional, como Juan Navarro Baldeweg, Alberto Campo Baeza o Luis Fernández-Galiano, y quienes han recibido recientemente prestigiosos galardones: Nieto Sobejano, la Medalla Alvar Aalto; Mansilla y Tuñón, y Paredes Pedrosa, la Medalla de Oro de Bellas Artes; y José María Sánchez, el BSI Swiss Architectural Award. La nómina se cierra con la generación más joven, la de Selgascano, Andrés Jaque e Izaskun Chinchilla, que construirán este año sendos pabellones para la Serpentine Gallery, el PS1 y el City of Dreams en Nueva York. Para que este éxito perdure sólo faltaría que las nuevas generaciones pudieran encontrar un trabajo digno en su país, una condición indispensable para seguir exportando arquitectura, no arquitectos.