Barcelona
El galardón más longevo de los vigentes, la medalla de oro que el Royal Institute of British Architects concede anualmente a personajes relacionados con la arquitectura, ha roto con una tradición de más de un siglo al reconocer los méritos de una ciudad—Barcelona— frente a los de un personaje. Con un jurado decidido a reparar la escasa atención que la Península Ibérica había recibido por parte de la institución, se barajaron los nombres propios más evidentes de España y Portugal, hasta concluir que la contribución más destacada de estos países a la escena internacional había sido el conjunto de transformaciones urbanas llevadas a cabo en la capital catalana desde la restauración democrática. Aunque en el acta se mencionaron proyectos surgidos en torno a los Juegos Olímpicos de 1992 —como la torre de comunicaciones de Collserola o la Villa Olímpica—, los mayores elogios recayeron en las sucesivas corporaciones municipales y sobre aquellas intervenciones más modestas que han hecho de Barcelona una ciudad modélica. Con su veredicto colectivo el RIBA quiso también llamar la atención ante la inminente elección de alcalde en un Londres que durante años había carecido de esta figura.