Local y cosmopolita
Ligado a la tradición ‘lacónica’ —según la definió acertadamente Kenneth Frampton— de la Escuela de Oporto, la obra de Eduardo Souto de Moura no exige de un gran aparato teórico, lo cual no significa que el contexto cultural del que procede no sea rico, complejo y revelador. Algunos de los temas de este contexto serán esbozados aquí, pero conviene comenzar con el propio arquitecto. Eduardo Souto de Moura es menos un líder que una figura resiliente, por eso parece que no se desgasta. Aunque sea un corredor de fondo, Souto está permanentemente concentrado, focused, como se dice hoy en día, o, mejor, obcecado, usando un término con más solera e incorrección política. A diferencia de otros grandes arquitectos, Souto es ambicioso en un sentido que no implica la vanidad personal sino la voluntad, evidente desde el primer momento, de escalar el competitivo y cruel Everest que es hoy la arquitectura.
La localidade, es decir, el carácter fuertemente enraizado de la obra de Souto de Moura —cuya formación y trabajo se concentra al norte de Portugal y al sur de Europa— constituye un dato fundamental para comprender su producción. Esta localidade da forma a su temperamento, hasta el extremo de que acaba convirtiéndose en bairrismo (localismo). Souto de Moura es hijo de la Escuela de Oporto hasta un grado, podría decirse, antropológico: se sigue encontrando muy a gusto en el lugar donde habita y desde el que se dio a conocer. La confianza que demuestra en sí mismo no proviene sólo de su personalidad, sino que revela un sentimiento de pertenencia a la elitista burguesía de Oporto, progresista, laica y emprendedora, autónoma respecto de Lisboa, la capital del antiguo imperio. E intensamente localista: desde siempre, la verdad se escribe desde este rincón del mundo...