Lo profundo es el aire

Luis Fernández-Galiano 
31/05/2019


Baumschlager Eberle ha dado cuerpo arquitectónico a un verso de Jorge Guillén que hizo popular Eduardo Chillida: «Lo profundo es el aire». El escultor conoció al poeta en Harvard en 1971, y de aquel encuentro nació una amistad, un libro de artista y un grupo de piezas que tomaron como título una línea afortunada de ‘Más allá’, la composición que abrió Cántico en 1928. Desaparecidos ambos, Dietmar Eberle ha otorgado vigencia renovada al verso donde confluyen el Guillén que canta la materialidad lírica del edificio y el Chillida que durante años cursó arduos estudios de arquitectura, y ello con un conjunto de obras que reconcilian la densidad y la atmósfera, la profundidad y el aire: la compacidad que exige la sostenibilidad urbana y el control higrotérmico que hace posible reducir o incluso eliminar el consumo de energía; la inercia térmica que equilibra las oscilaciones diarias o estacionales y la ‘respiración exacta’ que regula la presencia máxima de dióxido de carbono.

Hace ya veinte años, admirábamos al estudio de Vorarlberg por sus proyectos residenciales de gran profundidad de crujía, organizados en capas concéntricas que permitían levantar edificios sumamente compactos, con el consiguiente ahorro económico, al reducir la proporción entre fachada y superficie útil, y no menos significativo ahorro energético, al mejorar el coeficiente de forma y por tanto la envolvente en contacto con el clima. De hecho, introdujeron la monografía que publicamos por entonces, reuniendo veinte realizaciones residenciales europeas, con un lúcido texto que subrayaba las raíces regionales de la vivienda colectiva, condicionada por factores sociales, técnicos y normativos; la importancia de los detalles constructivos y el proceso de aprendizaje que sirve para depurarlos; y el necesario diálogo con los agentes involucrados en este tipo de proyectos —promotores, autoridades y ocupantes— a fin de reconciliar demandas funcionales y preferencias formales.

Hoy, esa admiración se ha extendido al empeño por trasladar la investigación y la enseñanza de Eberle en la ETH sobre densidades y atmósferas a su obra construida, tanto desde el estudio central en Lustenau como desde los de Vaduz, Viena, St. Gallen, Zúrich, Hong Kong, Berlín, Hanoi, París, Hamburgo y Cracovia. Hace una década, el arquitecto y profesor nos anunció que se proponía proyectar el edificio que albergaría su oficina de manera que no requiriese consumo energético alguno, y esa apuesta visionaria se materializó en 2013 con un cubo eficaz y exquisito que publicamos en Arquitectura Viva bajo el título ‘Atmósfera sin máquinas’, en un número que defendía la importancia de la inercia térmica para la sostenibilidad con el lema ‘Mass is More’. El verso de Guillén inspiró a Chillida para crear esculturas arquitectónicas donde el espacio y el aire son materiales tan esenciales como el alabastro o el hierro, y Eberle sitúa sus prismas compactos y atmosféricos bajo esa luz oscura. 

Luis Fernández-Galiano


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