Pocas primeras obras han dado pie a tanta literatura como el Museo Judío de Daniel Libeskind en Berlín. Esta propuesta que amplía el Museo Municipal entreteje una telaraña entre la historia y la realidad física de la ciudad, en la que Heinrich Heine, Paul Celan o Walter Benjamin tensan las líneas que describen y relatan el edificio. Del nuevo aluvión de publicaciones que ha traído la reciente conclusión del museo pueden destacarse dos de carácter monográfico. La de Bernhard Schneider ofrece una lectura, entre líneas, según el subtítulo, de las intenciones proyectuales ilustrada por Sebastian Müller. Un discurso parecido se expone en la entrevista a Libeskind que acompaña las fotos de Héléne Binet para G+B. Pero lo más sorprendente de este último libro son quizá los fondos museísticos que aparecen al final, y que recuerdan el verdadero cometido del edificio más allá de todas las interpretaciones que su geometría sea capaz de suscitar.