Testigo de los intentos del hombre por adueñarse de la naturaleza, el jardín ha estrechado durante el siglo XX sus vínculos con la arquitectura gracias a unos avances técnicos que permiten cada vez más controlar las condiciones ambientales del entorno construido. Las láminas impermeabilizantes han hecho posible las plantaciones sobre cualquier forjado y las estructuras de acero y hormigón, sustentar azoteas ajardinadas o acristalar grandes atrios, facilitando la incorporación del jardín al interior de los edificios. Paul Cooper propone un recorrido por esos ámbitos que oxigenan nuestros escenarios cotidianos con plantaciones, rocas o láminas de agua. Aunque el libro participa de un vicio habitual en las publicaciones sobre jardines —que escatiman con los planos y abusan de la fotografía de detalle—, incluye actuaciones en hoteles, instituciones, museos y oficinas, además de ejemplos domésticos que muestran cómo convertir el jardín en una herramienta eficaz para mejorar el ambiente en el que trabajamos y vivimos.