La vida es periferia
La arquitectura es centro, la vida es periferia. Asociamos la ciudad europea con los cascos medievales y los ensanches del siglo XIX, pero la mayor parte de la población habita en periferias. El empeño político y social por mejorar la vida cotidiana de la ciudadanía debe tener su núcleo cordial en los extrarradios, porque es en ellos donde se concentran las gentes, en ellos donde las inversiones rinden mejores réditos comunitarios, y en ellos donde la regeneración física del tejido urbano resulta más beneficiosa para la sostenibilidad global. Hace ya un cuarto de siglo, Barcelona se convirtió en un modelo de transformación ciudadana con un lema afortunado: ‘higienizar el centro, monumentalizar la periferia’.
Hoy, cuando los problemas del centro residen más bien en la gentrificación y el intensivo uso turístico, y cuando las periferias se han dotado de las infraestructuras materiales y simbólicas que otorgan identidad a los barrios, podría promoverse un nuevo lema: ‘abrir el centro, rehabilitar la periferia’. Abrir el centro monumental, institucional y cultural a todos los vecinos, y no sólo a los que tienen el privilegio de habitarlo o de consumirlo como destino turístico; y rehabilitar la masa edificada en las periferias, porque es precisamente allí donde se dirime la cuestión esencial de la sostenibilidad, mejorando la habitabilidad y el comportamiento energético sin recurrir a la demolición y al desplazamiento de residentes.
Si la rehabilitación tiene ventajas sociales y políticas, no son menores las termodinámicas, al conservarse la energía e información incorporadas en lo construido, en lugar de dispersar entrópicamente lo que se acumuló usando materiales, energía y trabajo humano. La rehabilitación regenera físicamente el edificio, además de reducir sus demandas de consumo de energías fósiles; pero esa mudanza sirve también para mejorar la accesibilidad, y en muchas ocasiones para extender la superficie habitable; y como la fachada es casi siempre objeto de modificaciones, el aspecto exterior del inmueble resulta significativamente alterado, adoptando estéticas renovadas que otorgan mayor frescura y deseabilidad al edificio.
Mejorada material, funcional y simbólicamente, la vivienda de las actuales periferias se convierte en una residencia codiciada. Muchos perciben todavía las periferias urbanas como extensiones desoladas y melancólicas, barrios dormitorio sin otro atractivo que el precio moderado de las viviendas y su proximidad a las zonas donde se ubican los trabajos; sin embargo, esas periferias europeas son en multitud de ocasiones áreas vibrantes de actividad y vida, bien dotadas de comercios, centros de ocio, ambulatorios y escuelas. Si los centros no son ya lo que eran, tampoco las periferias se asemejan a la visión convencional que las presenta exánimes. La arquitectura es todavía centro, pero la vida es sobre todo periferia.