¿Cómo se instalan en la vida las obras de arte? ¿Qué prometen? En estas dos preguntas podría resumirse el punto de partida de la obra ensayística de John Berger. El camino que parte de ese punto se aleja de cualquier dogmatismo interpretativo para merodear por los pasillos de nuestros museos imaginarios sirviéndose de dos estrategias: dialogar y, de nuevo, preguntar. Al terreno del diálogo pertenecen sus colaboraciones con diversos fotógrafos, las cartas sobre Tiziano intercambiadas con su propia hija o la correspondencia con el pintor británico John Christie, que se recogen en Te mando este rojo cadmio... Al terreno de las preguntas pertenece, claramente, un libro como Modos de ver, publicado hace casi treinta años y felizmente reeditado ahora.
Las cartas entre Berger y Christie forman un particular tratado sobre el color y sobre la vida, una especie de baúl lleno de gente y de cosas: Caravaggio, Klein, Beuys, el óxido, la miel, el oro, el azafrán, la amistad, la vida... Pese a que el volumen se cierra con la conclusión de que es mejor practicar [disfrutar] la estética que discutirla, estos dos años de correspondencia funcionan como una perfecta introducción—parcial, azarosa, apasionada— al difícil acto de mirar. Precisamente, la mirada es la gran protagonista de los ensayos sobre arte de Berger, desde Mirar, El sentido de la vista o Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible hasta Modos de ver, el primero de todos, un verdadero clásico compuesto por siete ensayos que, en tiempos de globalización del espectáculo de la cultura, mantiene toda su vigencia.
De la mano de Walter Benjamin y desde un punto de vista declaradamente materialista, Berger apenas niega una cosa—la historia no ha terminado— y afirma otra —el arte de cualquier época tiende a servir a los intereses ideológicos de la clase dominante—. El resto son, sobre todo, preguntas: sobre la relación entre la imagen original y la reproducción; sobre el papel de la mujer como objeto (artístico); o sobre la relación entre el imaginario pictórico tradicional y la publicidad moderna.
Una duda gravita desde el principio sobre unos textos que desdeñan especular desde las altas esferas de la estética para sumergirse en otro tipo de cuestiones: «¿A quién pertenece propiamente la significación del arte del pasado? ¿A los que pueden aplicarle sus propias vidas o a una jerarquía cultural de especialistas en reliquias?» Lo que en Te mando este rojo cadmio... es confianza en el valor reconfortante de las obras de arte, aparece en Modos de ver como lúcido escepticismo: dejad toda esperanza, esto es un espectáculo; hablamos de dinero.