Subtitulado el libro como ‘Una crónica de arquitectura’, cabe preguntarse por qué el autor ha denominado esta recopilación de escritos ‘crónica’ y no ‘crítica’, cuando su opinión es respetada y valorada en todo el mundo y por toda la profesión. Su trayectoria académica y su trabajo como fundador y editor de tres respetadas revistas internacionales de arquitectura permiten aventurar una primera explicación.
En estos Años alejandrinos no abundan las menciones a la arquitectura en abstracto, pues el tema a tratar siempre son los edificios y sus arquitectos. No resulta necesario entrar en su vida, ni mencionar su origen, sus estudios o el lugar donde viven como justificación de su obra, aunque suele aparecer su trayectoria o una cadena de obras anteriores como algo relevante. El autor prefiere relacionar las obras con las noticias y sucedidos, tanto actuales como rememorados, y señalar las tendencias que se inician o refuerzan con su construcción.
Con este formato de recopilación, todo ello alcanza su mejor expresión: aunque cada uno de sus artículos es una crítica de los arquitectos y de sus obras, su exposición cronológica ayuda a entender, no ya la arquitectura en general, sino cómo despliega su complejidad el mundo que construimos entre todos. Por sus páginas desfilan los acontecimientos más importantes de esos ‘años alejandrinos’ al filo del milenio, expectantes en el primer tomo e inciertos del próximo devenir en el segundo.
Al ofrecerse mes tras mes con un resumen trimestral suplementario, los escritos críticos consolidan al libro como crónica y sitúan la disciplina en un plano más cercano y abarcable para los lectores. Con esa ampliación de alcance, la tarea del autor se sustrae a las exigencias tradicionales de la crítica disciplinar. No necesita detenerse en esas distinciones tan del gusto de teóricos y urbanistas, que adjetivan la arquitectura y los arquitectos desde posiciones intelectuales elitistas. Nos evita esos lugares comunes que tachan la arquitectura de ‘comercial’, de ‘icónica’ o de ‘calidad’. Tampoco precisa de justificaciones o afinidades ideológicas para defender un modelo teórico de edificio o de ciudad constituido como referente de ‘lo que debe ser la arquitectura’.
Y ello permite al autor sustraerse de los niveles más arduos de la crítica —el hermenéutico como interpretación de la obra, y el fisionómico como situación en la historia o semejanza entre las demás—, y colocarse cómodamente en el nivel expresivo, donde resuelve la totalidad en «una imagen, un carácter o un simple gesto». En estos escritos no hay lugar para el resentimiento o la añoranza. No pretenden priorizar, categorizar o establecer criterios o valores estéticos de referencia, ni necesitan recurrir a la ética. Fernández-Galiano no necesita de ello para transmitir unas posiciones o preferencias bien claras, y definidas en términos tan precisos y afilados como la punta del lápiz que siempre usa para escribirlos.
La sucesión de metáforas e imágenes entremezcladas con citas cargadas de sentido —de autores siempre bien conocidos— producen unos párrafos intensos, capaces de lograr un retrato eficaz. El autor consigue insertar la riqueza creativa de la última realización en el contexto global de la cultura, mientras reafirma su base y trayectoria disciplinar en oportunas conmemoraciones de los maestros fallecidos.
En marzo de 1996, el acuciante final de toda una época política propicia la sugerencia de hacer balance, que el autor concreta en una lista, presentada con cierto distanciamiento como ‘Un canon accidental’, pero que es enormemente ambiciosa. Con sólo cinco imágenes inconexas —un museo, un pabellón deportivo, una estación de ferrocarril, una torre de comunicaciones y un rascacielos de oficinas— logra compendiar toda la infancia democrática de España. El Museo Romano de Mérida ejemplifica la modernización regional culta y cauta; el Pabellón Olímpico de Barcelona, la dotación de equipamientos en la ciudad; la Estación de Santa Justa resume el esfuerzo de nuevas vías de comunicación con el AVE; la Torre de Collserola y las Torres KIO son vistas como la cara y la cruz del proceso de internacionalización de las dos metrópolis españolas, Barcelona y Madrid.
Esta lista, enseguida calificada de «ambigua, que se inicia luminosa y se desfleca en sombras», es propuesta como modelo para quienes ganen las inminentes elecciones. En sólo una página, lo construido se inserta en el recorrido político del país para constituirse en resumen y símbolo de una época. El vínculo de necesidad propuesto por Leon Battista Alberti en su tratado De re ædificatoria como razón primordial para construir tanto edificios como carreteras, puertos o ciudades, se mantuvo vigente hasta entonces, dotando de sentido a lo resumido en la lista. Pero se debilitó con el cambio político para dar paso a una instrumentación de lo construido que derivó en el frenesí de caprichosas realizaciones de la siguiente década.
Fue realmente oportuno ofrecer tanto esa lista como síntesis de una manera de entender lo construido, como el aviso —realizado en noviembre de 2005, bajo el título de ‘Homilía de Adviento’— de que la inflación de las arquitecturas de autor estaba devaluando el valor publicitario de las obras espectaculares. Se iniciaba una reacción contra las obras emblemáticas que en la crisis posterior se extenderá a toda la sociedad. Pero Fernández-Galiano no busca el origen del rechazo en razones éticas o de despilfarro, sino en la multiplicación incontrolada de este tipo de obras, con las inevitables secuelas de dilución de la singularidad y de menoscabo de su excelencia por la propia incapacidad de los arquitectos para mantener el nivel de sus proyectos. De nuevo, el anuncio de otra manera de construir que se desmorona, dando paso a una época en la que, sencillamente, no se construye; y ahí seguimos.
Demasiado a menudo, la palabra escrita es tomada como refugio frente a la incapacidad para entender y enfrentarse al mundo. No es el caso de Años alejandrinos. Altamente recomendable para quien quiera entender las claves culturales de la arquitectura y la ciudad, este libro de amena y obligada lectura recuerda a los principales protagonistas y episodios de la construcción de nuestro mundo como un retrato de lo acontecido y una anticipación de lo por venir.