Siempre sentí admiración por la Camera degli Sposi de Andrea Mantegna en Mantua y, tal vez, a ella se deba mi interés por incorporar a la obra de arquitectura el trabajo de artistas, bien sean pintores o escultores. Palazuelo fue la única opción que Ramón Bescós y yo mismo planteamos a la propiedad cuando entendimos que el zaguán de Bankinter recibiría de buena gana la intervención de un pintor. ¿Por qué Palazuelo? Había seguido su carrera con sumo interés desde que le conocí a finales de los años cincuenta, cuando trabajaba con Sáenz de Oíza: Palazuelo, con Chillida y Oteiza, era uno de los artistas preferidos de Juan Huarte, el constructor de Torres Blancas. Los intereses estéticos de Palazuelo no eran ajenos a aquellos que habían inspirado la plástica de Bankinter. Sin duda, la estrategia de Bankinter está basada en consideraciones urbanísticas y en reflexiones sobre el uso de los materiales que pueden parecer muy diversas de aquellos que interesan a un pintor. Pero no escapará a quien se acerque a su obra que tanto las opciones urbanísticas como los mecanismos formales con que trabajaron los arquitectos se apoyan en una geometría en la que el contraste entre oblicuidad y frontalidad se convierte en sustancia de la arquitectura, algo que también está presente en el Palazuelo de aquellos años. Aceptada nuestra propuesta por la propiedad, Pablo Palazuelo se mostró interesado por el proyecto y lo cierto es que, desde los primeros bocetos, el sutil entramado de polígonos abiertos se instaló en el techo de Bankinter sin dificultad alguna. Cabría decir que su intervención aclara y refrenda la estética de los arquitectos al convertirse el techo del zaguán en matriz geométrica del edificio, en clave desde la que interpretar su trazado...[+]