In Spaceship Earth

Luis Fernández-Galiano 
01/01/2013


Como su admirado Buckminster Fuller, Norman Foster piensa en la Tierra como una nave que se desplaza por el espacio llevándonos a bordo, y de cuyo cuidado somos todos responsables. Si hay un hilo conductor que enhebra cincuenta años de profesión es precisamente la voluntad de hallar soluciones genéricas a problemas singulares, de manera que la innovación se ponga al servicio del uso eficaz de los recursos y la ocupación sostenible del planeta. En 1963, cuando Foster regresó de Estados Unidos para iniciar en Londres su vida profesional, la NASA puso en órbita el primer satélite geoestacionario, iniciando una nueva era en las telecomunicaciones, y enredando el globo en una tupida malla informativa que actúa como la red neuronal de nuestro mundo; medio siglo después, en 2013, la sonda Voyager 1 ha abandonado el sistema solar, convirtiéndose en el primer objeto fabricado por el hombre que lo hace, y enfrentándonos acaso a nuestra radical soledad en el universo.

Los cincuenta años de la carrera de Foster, que se extienden en el tiempo histórico desde John F. Kennedy hasta el papa Francisco, y en el espacio geográfico desde Europa hasta las costas pacíficas de América o Asia, se celebran aquí con cincuenta obras y proyectos del siglo xxi. El joven arquitecto al que en 1968 fascinaba la foto de la Tierra desde el Apolo 8, y que en 1975 redactó un plan urbanístico sostenible en La Gomera para aplicar la técnica última a las necesidades primeras, es hoy el que da forma a los empeños visionarios de Richard Branson en el Spaceport America o de Steve Jobs en la sede futurista de Apple, y el que proyecta la construcción de bases lunares con impresoras 3D; pero el arquitecto de aeropuertos y rascacielos es también el que levanta en África escuelas elementales, el que diseña lugares de encuentro y símbolos compartidos, y el que revitaliza ciudades históricas y edificios patrimoniales con admirable silencio y discreción.

El trayecto de la revista AV es más corto que el de Foster, pero desde nuestros inicios en 1985 hemos seguido su extraordinario recorrido con especial atención, documentando hasta 320 obras, proyectos y noticias en las tres publicaciones que editamos. La actual monografía, que es la más voluminosa realizada por AV hasta la fecha, es la tercera que se le dedica, y en ella nos hemos beneficiado de su colaboración continuada, desde las innumerables versiones de la lista de proyectos a incluir o su agrupación narrativa, y hasta el extenso artículo que abre el número con una cartografía puntual de sus influencias. Las anteriores monografías aparecieron en 1992 (AV 38, que recogía su obra desde 1986) y 1999 (AV 78, que cubría de forma sucinta toda su carrera), pero esta nota introductoria se ilustra con un dibujo de Focho publicado en 1991 en Arquitectura Viva, que resume bien, creo, el talante inventivo, exigente y optimista de este tripulante de la nave espacial Tierra. 

Luis Fernández-Galiano


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