Futuros comunes

Luis Fernández-Galiano 
30/09/2017


Fundada en 1985, AV llega a su número 200 un tercio de siglo después. Este aniversario coincide con la aparición simultánea del número 200 de Arquitectura Viva, y si a estas dos cifras se añaden las dos docenas de libros y los más de 80 números de AV Proyectos, nuestra familia de publicaciones supera el medio millar. La cota 500 de AV/Arquitectura Viva se ha alcanzado al mismo tiempo que se presenta en Madrid la Fundación Norman Foster, un importante hito en la vida cultural de la ciudad, y esta feliz circunstancia nos anima a dedicar este número a la obra reciente del arquitecto británico, comentada por un grupo excepcional de autores que celebran y ponen en contexto su trayectoria. Esta es la cuarta monografía que dedicamos a Foster, tras las de 1992, 1999 y 2013, pero la primera donde el enfoque es más narrativo que documental, y ocasionalmente lindante con el de un Festschrift o liber amicorum.

Ubicada en el Palacete del duque de Plasencia —una obra realizada en 1914 por Joaquín Saldaña en el estilo francés Belle Époque por entonces en boga, y que sucesivamente sería embajada turca y sede de un banco— la Fundación Norman Foster contiene los dibujos, cuadernos y maquetas del arquitecto, pero también obras de arte, vehículos y objetos que le han servido de inspiración, alojados en un exquisito pabellón de vidrio diseñado por él que ofrece un contrapunto liviano y tecnológico a la solidez convencional del palacete. Conjuntamente, las dos piezas tienen la función esperable de exposición y archivo, pero sirven también de soporte a la actividad investigadora, educativa y de comunicación del que puede llegar a ser un influyente think tank en los terrenos de la arquitectura, el diseño y la tecnología, como evidenció el Fórum en el Teatro Real con el que la Fundación se ha presentado al público.

Si el primer proyecto de la Fundación fue el Droneport levantado en la última edición de la Bienal veneciana, la primera exposición tiene por escenario el edificio construido para la Compañía Telefónica en la Gran Vía madrileña entre 1926 y 1929, una obra de Ignacio de Cárdenas y Lewis S. Weeks que fue uno de los primeros rascacielos europeos y un ejemplo de innovación técnica. La muestra de la Fundación Telefónica recorre los doce proyectos presentados aquí, y los relaciona con propuestas anteriores del arquitecto para subrayar la continuidad de sus fibras esenciales: la voluntad de anticipar el futuro, la confianza en la técnica, y el empeño en derribar barreras físicas o sociales. En esos futuros comunes se cruzan los caminos de un arquitecto que construyó su primera obra hace más de medio siglo y unas revistas que celebran haber superado el listón del medio millar de publicaciones.


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