Cuando cayó el gigante Lehman Brothers, pocos en Nueva York podían imaginar que la llegada de la mayor crisis financiera del último siglo iba a coincidir con un boom en la construcción de rascacielos parangonable incluso al que, en las décadas de 1920 y 1930, erigió las cumbres más celebradas de la metrópolis, los edificios Chrysler y Empire State.
Pero tal fue lo que ocurrió: entre 2008 y 2018, mientras los mercados se derrumbaban y las clases modestas sufrían los efectos de la crisis, una gavilla de superesbeltas torres residenciales crecieron para cambiar el perfil de las zonas más exclusivas de Nueva York, dando refugio a capitales provenientes de todo el mundo, desde China hasta Rusia, pasando por los países del Golfo.
Ninguna de estas torres, sin embargo, consiguió rebasar la altura del mítico Empire State (381 metros), cuya primacía en la silueta de la ciudad (vigilado desde el otro extremo de Manhattan por el One World Trade Center, de 541 metros) se ve ahora amenazada por la Tower Fifth, el proyecto que el magnate inmobiliario Harry B. Macklowe y la consultora Gensler han presentado, para su aprobación, a las autoridades municipales. De construirse muy cerca de la catedral de San Patricio, este nuevo rascacielos residencial de 474 metros de altura sería el segundo más alto tanto de Nueva York como de todo el hemisferio occidental.