En defensa del paisaje
Si hay un vacío en la extraordinariamente vasta bibliografía dedicada a Le Corbusier, es, precisamente, su relación con el paisaje, entendido este como método de observación, como estimulación creativa, como el horizonte contra el que situar sus proyectos, y también como un campo fértil de metáforas.
A pesar de que pocos arquitectos han sido estudiados de forma tan extensa —en todos los aspectos de su producción, desde edificios y proyectos urbanos hasta pinturas, dibujos y publicaciones— y de que su abundante correspondencia ha desvelado la complejidad de su pensamiento y la contradicción entre su figura pública y sus reflexiones íntimas, los estereotipos sobre él persisten, en gran medida como resultado de su propia retórica.
Ninguna de las grandes exposiciones sobre Le Corbusier de los últimos treinta años —desde las que organizaron el Centro Georges Pompidou y la Galería Hayward con motivo del centenario de su nacimiento, en 1987, hasta ‘The Art of Architecture’, una muestra itinerante que comenzó en 2007— ha abordado el tema del paisaje de manera significativa. Sólo unos pocos autores han analizado su papel, casi siempre en relación con proyectos específicos, como el estudio sobre Chandigarh de Caroline Constant o el de la Villa Le Lac, en Corseaux, de Bruno Reichlin (el primer teórico que describió determinados proyectos de Le Corbusier como máquinas para observar el paisaje), seguido de algunos estudios recientes que abarcan un contexto más amplio, como el de Beatriz Colomina; o de Dorothée Imbert, que escribió sobre los jardines de las casas de las décadas 1920 y 1930. A excepción de estos análisis —junto con un número de Casabella sobre las estrategias de observación de Le Corbusier; un simposio sobre su relación con la naturaleza, organizado por la Fundación Le Corbusier en 1991; y un provocativo número de Massilia, la revista de estudios corbuserianos, dedicado al paisaje en 2004—, esta dimensión de su obra ha permanecido prácticamente inexplorada.
El término landscape (‘paisaje’) usado en el mundo anglófono desde finales del siglo xvi, denota tanto la forma física y visible de un espacio exterior específico como su representación gráfica, pictórica o fotográfica; originalmente se refería estrictamente al entorno rural, pero hoy en día se entiende en un sentido genérico. En su Court traité du paysage de 1997, el filósofo Alain Roger subrayó la íntima conexión entre los dos significados, manifestando que el paisaje es el resultado de una construcción cultural que denomina artialisation (‘artialización’). Con esta palabra, Roger defendía que el paisaje no existe sin su representación. La fertilidad de este término en la obra de Le Corbusier deriva de esta ambigüedad, en la que se superponen diferentes significados...