Desde hace algún tiempo puede hablarse de un auténtico florecimiento del ornamento en la arquitectura. El debate sobre este tema es omnipresente, tanto en las obras construidas como en las exposiciones y en la literatura especializada. Cabe preguntarse si se trata de una moda pasajera o si, como la Bella Durmiente, tras un sueño de cien años, el ornamento ha vuelto para recuperar su función como forma de expresión arquitectónica. La perspectiva varía dependiendo del punto de vista desde el que se observe el fenómeno. Vivimos en una época en la que las tendencias de moda van sustituyéndose unas a otras. Desde esa perspectiva puede suponerse que el tema del ornamento en el debate arquitectónico actual será sustituido por algún otro. Pero si se considera el ornamento desde una mayor distancia temporal se descubre que en la historia de la humanidad todas las culturas del mundo han desarrollado formas de expresión ornamentales, desde la decoración del propio cuerpo hasta los objetos rituales, pasando por los objetos de uso funcional o las cuevas primitivas. Así visto, el veto al ornamento declarado en el siglo XX parece haber sido una crisis actualmente superada. En este sentido, la siguiente cita de Charles Jencks, de 1977, describe fielmente la situación actual: «Puede suponerse con bastante seguridad que el ornamento pronto volverá a proliferar, liberado de sus connotaciones culpables y delictivas, para seguir desempeñando su papel tradicional. Papel que no se limita únicamente a las funciones simbólicas, ya señaladas por Venturi y Rauch, sino a las de orden estético, más importantes aún: conferir escala, profundidad y proporción a los grandes monolitos burocráticos; proporcionar variaciones sobre un tema, de modo que aparezcan y resuenen en distintas partes de un edificio otorgándole unidad; animar, alegrar, dar juego a una superficie aburrida y, finalmente, acentuar la atmósfera de un espacio, un poco a la manera en que la sal y las especias resaltan los sabores de un plato. Cuando el Movimiento Moderno eliminó el ornamento de la dieta de la arquitectura, junto con el mal gusto se perdieron muchos otros sabores, y una de las ventajas de la posmodernidad es que está devolviéndonos poco a poco esas delicatessen». Aunque esta cita de Jencks referida al movimiento posmoderno data de 1977, y aunque Venturi hiciera entonces la gracia de convertir el less is more de Mies van der Rohe en less is a bore, hubo de pasar aún una década hasta que el estudio de Herzog y de Meuron se interesara por el ornamento y lo empezase a utilizar en su arquitectura. A ellos puede atribuirse la ‘reinserción’ del ornamento en el discurso arquitectónico general. La nave industrial para Ricota en Laufen, Suiza (1993-1994) y la biblioteca universitaria en Eberswalde, Alemania (1993-1996) desempeñaron un papel fundamental en esa recuperación del ornamento. Estas obras pioneras en reconsiderarlo conceptualmente fueron muy imitadas y pusieron las bases a partir de las cuales se pudo desarrollar el ornamento digital... [+]