La madera se diferencia de la mayor parte de los materiales de construcción en que es un tejido biológico que ha crecido de manera natural. Hoy, este carácter orgánico de la madera vuelve a ser apreciado como una ventaja significativa, especialmente si se la considera a la luz de los retos medioambientales que debe afrontar el sector de la construcción. Dado que los árboles realizan la fotosíntesis —es decir, aprovechan la energía solar para su crecimiento transformando el dióxido de carbono en oxígeno— la cantidad de energía embebida en la madera es extremadamente baja y el balance final entre el dióxido de carbono producido y el consumido por ella es positivo incluso si se tienen en cuenta los procesos de industrialización que hoy sufre hasta convertirse en un componente constructivo de altas prestaciones. La madera es, de este modo, uno de los pocos materiales disponibles de carácter renovable y muy eficiente energéticamente, amén de ser completamente reciclable. Sin embargo, en cuanto material de origen biológico, la madera presenta también una serie de características variables y complejas, al haberse desarrollado como un tejido fibroso que es a la vez la estructura mecánica y la infraestructura metabólica de los organismos vegetales...