Actualidad 

China no quiere iconos

De icónica a patriótica

31/12/2014


Que los arquitectos tomen nota, sobre todo los occidentales: a Xi Jinping no le gustan los edificios de «formas raras». Lo declaró tajantemente —y cuando un presidente chino declara algo tajantemente hay que tomárselo en serio— durante un simposio en Pekín hace unas semanas, en el que se debatía el tema añejo, por no decir que caduco, de cómo el arte «debe servir al pueblo». En su conferencia, que duró dos horas y fue muy premeditada —es raro que un dirigente de tal importancia acuda a este tipo de eventos—, el líder chino defendió una arquitectura de carácter moral y al servicio de los valores, a la que definió, cayendo en la franca cursilería, «como la luz del sol en el cielo azul y la brisa en la primavera que inspiran las mentes, calientan los corazones, cultivan el gusto y limpian los estilos indeseables».

Señalando como paradigma de tales estilos la sede de la televisión estatal en Pekín —terminada por Rem Koolhaas en 2008 y a la que, por su forma, la población local, no sin guasa, ha puesto el mote de ‘Calzonazos’—, el presidente chino apostó por un «arte patriótico», pero sin matizar qué es lo que entendía por ‘patriótico’: patriótico como construcción moral, patriótico como estilo moderado, o acaso patriótico como arte hecho para chinos y por chinos. Se trata, en cualquier caso, de un aviso que señala un cambio en el rumbo planteado hace un par de décadas, cuando el Gobierno comunista entendió que para transmitir al mundo los valores de la nueva China financiera y global no había nada mejor que la arquitectura icónica.


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