En crisis migratoria

Esplendor de la frontera

30/09/2018


La tecnología digital nos prometió la disolución del espacio. No haría falta salir a la calle para hacerse visible, ni acercarse al supermercado para comprar pan, ni mancharse en el campo de batalla para enfrentarse al enemigo: sumergidos en el incontenible plasma digital, bastaría con un clic para trascender el medio físico. La realidad, sin embargo, no ha dejado nunca de ser tozudamente física, como bien demuestra, entre otras cosas, la creciente —y contradictoria— importancia de las fronteras en un mundo que se presume globalizado.

Las fronteras fueron la principal herramienta de la geopolítica del siglo XX: por ellas se desencadenaron las guerras mundiales; a través de ellas se recortó la marquetería del puzle europeo de posguerra. El sueño continental de Europa y la caída del Telón de Ace-ro no han demostrado ser más que el utópico impasse que ha precedido a una época, la nuestra, en la que las fronteras han recuperado su añeja condición de líneas calientes que prenden la mecha del conflicto o de fallas profundas que desgajan los territorios. Así, hoy el mapa de Europa —como muestra Focho en el dibujo de la izquierda— vuelve a ser tan complejo e inestable como lo fue a lo largo de su historia: una constelación de estados viejos y nuevos, consolidados o en trance de desaparecer, neutrales o alineados en grandes bloques geopolíticos; naciones o micronaciones asediadas por las oleadas de los que, buscando un futuro mejor, pugnan por rebasar el limes que, ya sea con concertinas o sin ellas, define al cabo quién es o no es ‘bárbaro’



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