La arquitecta angloiraquí Zaha Hadid ha fallecido en Miami, a los 65 años, el pasado 31 de marzo. Nacida en Bagdad en 1950, en el seno de una familia acomodada, estudió en la Architectural Association londinense después de haberse graduado en matemáticas por la Universidad Americana de Beirut. Tras obtener el título en arquitectura, Hadid trabajó durante un tiempo para Rem Koolhaas y Elia Zenghelis, quienes habían sido sus profesores. Posteriormente, en 1979, fundó su propio estudio en Londres, y desde entonces ha desarrollado una intensa actividad profesional: es la autora de obras como la estación de bomberos de Vitra, la terminal intermodal Hoenheim Norte de Estrasburgo o el centro cultural Heydar Aliyev de Bakú. Zaha ha recibido a lo largo de su carrera reconocimientos tan importantes como el premio Pritzker en 2004 —convirtiéndose, así, en la primera mujer en obtenerlo en solitario—, el Praemium Imperiale en 2009 o la Medalla de Oro del RIBA en 2016; además de haber sido nombrada Dama del Imperio Británico en 2011. Pionera en el desarrollo de la fusión entre arquitectura y parametría, la influencia global de los innovadores planteamientos de Hadid en el devenir reciente de la profesión es innegable. Su sentido de la experimentación, que ha generado formas que van desde la fractura inherente a lo angular hasta la sensualidad de lo ondulado, se deja ver en todos sus diseños, ya sean de edificios, muebles, joyas o automóviles. La sombra del legado de Zaha es alargada y su obra, como ella, será recordada e imitada.
