
Las vicisitudes de la forma urbana en los últimos cincuenta años son la historia de una pasión. Desde el Renacimiento, la arquitectura ha considerado, con Leon Battista Alberti, que una ciudad no era sino una casa grande, y que una casa no era otra cosa sino una pequeña ciudad. Guiados por esta analogía, los arquitectos de la edad moderna han intentado una y mil veces hacer las ciudades a imagen y semejanza de sus edificios, al tiempo que se sentían satisfechos cuando, al proyectar sus edificios, lo hacían presididos por la lógica de la construcción de la ciudad. Pero esta relación biunívoca es a la vez necesaria e imposible. Está en el centro del deseo que mueve a los arquitectos, pero constituye, en último término, un objeto inalcanzable...[+]