Bravo por el bronce
Madrid fue tercera en la pugna olímpica para 2012, ganada por Londres la víspera de los atentados islamistas que tornaron en dolor el júbilo del triunfo.
El brusco bronce de Madrid supo a ceniza, pero en las brasas de la decepción se acuñarán otros metales. Agotada por el brío de la brega, la capital de España no está de bruces en la lona, sino en la pausa que permite tomar aliento para el próximo asalto. Dentro de unos años se abrirá otra ventana de ocasión, y esta metrópolis impaciente volverá a competir en el último sprint. Madrid ha subido al podio en la final más disputada, superando a las representantes de los dos imperios de la guerra fría, Nueva York y Moscú, y desbordada sólo por las dos grandes urbes de nuestro continente, Londres y París, centros simbólicos de la pugna política que polariza las fidelidades de la paz caliente. Entre esos bornes saltan chispas, y es inevitable contemplar la elección de Londres como un triunfo del euroatlantismo anglosajón frente a la ‘vieja Europa’ franco-germana que estos días coquetea con Asia para distanciarse de América. El regenerado liderazgo de Blair frente a un Chirac y un Schröder con fecha de caducidad adorna con los aros olímpicos al orador de Bruselas y anfitrión de Edimburgo, dotándole de un aura añadida que arrastrará en su estela a los probables Sarkozy y Merkel, como ha atraído ya al propio Zapatero, que el Herald Tribune describe virando hacia el británico: «es mejor que lo llamen oportunista a que lo vean perdedor».
Oscurecida por la tragedia del día siguiente, la designación de Londres se apoyó en proyectos como el musculoso estadio de Zaera y Moussav o el agitado centro acuático de Zaha Hadid
La inesperada victoria londinense, a la que han dado rostro Coe y Beckham, tiene desde luego una dimensión ideológica que ha desdibujado la visibilidad del alcalde Livingstone, pero esto no significa que las transformaciones urbanas vayan a ser de escaso calado. Centradas en la recuperación funcional y paisajística de una zona degradada del este de la ciudad —el valle del río Lea, un afluente del Támesis—, y con núcleos secundarios en el propio Támesis y en el área central, estas mutaciones de sabor ecológico exhiben además un protagonismo arquitectónico inmigrante y femenino: el parque y el estadio olímpicos fueron ganados en concurso por la oficina del español Alejandro Zaera y la iraní Farshid Moussavi, con formas adecuada o irónicamente musculosas; y el gran centro acuático se construirá según el proyecto inevitablemente ondulante de la iraquí Zaha Hadid. Afincados todos en Londres, vinculados a la docencia y devotos del experimento, los autores de los escenarios olímpicos de 2012 tienen también en común haber sido discípulos del holandés Rem Koolhaas, el más subversivo personaje de la arquitectura y el urbanismo contemporáneos: el mismo que definió como ‘Disneylandia con pena de muerte’ la ciudad-estado asiática que tan propicia les ha sido en la reunión definitiva del Comité Olímpico.
Por más que se censure el espectáculo de Singapur como una puja hermética entre oligarquías burocráticas, siempre resulta estimulante contemplar a las ciudades o a los estados competir a través de las coreografías democráticas de la seducción o la persuasión, mejor siempre que la intimidación o la fuerza, y en ello fieles a la naturaleza narcótica del deporte mediático, que remplaza el conflicto violento con la pugna ritual sin evitar la incertidumbre del resultado. A ese esforzado azar se abraza ahora una Madrid testaruda con un brillante bronce que suena como una campana, y que merece más júbilo que lágrimas, y más bromas que bronca. Listos para la próxima regata, buscaremos la brújula en la bruma, y esa brizna de brisa que ganará la copa. Brindo por el bronce.