Big Bang
El crecimiento explosivo del estudio de Bjarke Ingels semeja un universo en expansión. Al frente de 190 personas cuando todavía no ha cumplido los 40 años, este danés carismático —tras formarse en la Royal Academy de Copenhague, la ETSA de Barcelona y la oficina de Rem Koolhaas en Rotterdam— fundó en 2001 PLOT con su colega de OMA Julien De Smedt, y emprendió en 2006 su camino independiente como BIG, creando un despacho que desde entonces ha crecido exponencialmente en sus sedes de Copenhague, Nueva York y Pekín. Líder de un equipo competente y motivado que combina la democracia escandinava con la cohesión tribal, Ingels practica con sus bigsters una arquitectura proactiva de impacto mediático, realista y onírica a la vez, en un entorno de inteligencia creativa y tenacidad propositiva que los asemeja más a una startup tecnológica que a un estudio convencional.
Tuve la fortuna de presidir el jurado de la Bienal de Arquitectura de Venecia que en 2004 premió un proyecto de auditorio firmado por los jovencísimos socios de PLOT, y cuando en 2010 la Bienal decidió hacer balance de sus ediciones anteriores con un ciclo de conferencias, Bjarke Ingels y yo mismo fuimos invitados por el director de la 9ª edición, Kurt Forster, para representarla con sendas intervenciones en el Teatro alle Tesse del Arsenale, y la ocasión me permitió descubrir el desconcertante talento de un autor cuya actitud es aún más fascinante que sus obras. Ajeno a la retórica académica —pese a haber transitado como profesor por Rice, Harvard, Columbia y Yale—, Ingels reúne la curiosidad inquisitiva con una franqueza que desarma y, como he podido comprobar cuando lo he visitado en Nueva York, un estilo de vida informal con una ambición profesional descomunal.
Ningún desafío arredra a este arquitecto que se mueve en bicicleta por la Gran Manzana mientras concibe obras colosales, que ya no diseña con el lápiz o el ordenador sino con la gente, y que aspira a reconciliar lo funcional y lo fantástico con el talante positivo que expresa como un eslogan casi publicitario el título de su monografía en forma de cómic de 2009, Yes is more. Bjarke Jensen Ingels —que prefirió para su persona pública el menos común apellido materno— desconfía de la cultura que se confunde con el entretenimiento, juzga la política y la economía como las dos únicas secciones adultas de los periódicos, y se ha propuesto construir con su estudio las utopías pragmáticas de nuestra época. Los grandes proyectos y las grandes ideas alimentan con la misma naturalidad la combustión alegre de un colectivo que irradia el universo de la arquitectura con la energía blanca de una estrella joven.
Luis Fernández-Galiano