Premios 

En defensa de la diversidad

Luis Fernández-Galiano 
31/05/2017



La arquitectura puede construir el pluralismo. En un mundo quebrantado por la tensión entre la globalización y el nacionalismo, el ambiente construido es capaz de crear escenarios donde el conflicto puede coreografiarse, reduciendo la brecha entre lo cosmopolita y lo local gracias al diálogo y el compromiso. El impacto de la emigración masiva ha alterado el paisaje político y social de muchas democracias occidentales, desde los Estados Unidos hasta la Unión Europea, donde el Brexit ha sido la expresión más dramática del malestar que está amenazando la cohesión de las instituciones. Al tiempo que el nacionalismo identitario crece, la pluralidad se percibe cada vez más como un riesgo y menos como una riqueza. Pero el pluralismo político es la única esperanza para sobrevivir en este piélago de males, y su escenario privilegiado es la polis, donde convergen las políticas desarrolladas desde arriba con la participación ejercida desde abajo. Winston Churchill escribió que «We shape buildings, and thereafter buildings shape us», y lo mismo podría decirse de los espacios de la ciudad, que proyectamos sólo para advertir que al final esos espacios conforman nuestras sociedades, favoreciendo o dificultando la interacción entre los distintos grupos culturales o étnicos. La arquitectura, por tanto, puede construir el pluralismo cuando genera espacios plurales, lugares que promueven la diversidad y crean el sustrato donde se desarrolla nuestra vida en común.

La ceremonia del premio tuvo lugar en el fuerte Al Jahili, una importante construcción histórica en el corazón de Al Ain, en los Emiratos Árabes Unidos, y fue presidida por el primer ministro del país y por el Aga Khan.  

El Premio Aga Khan ha celebrado desde su fundación estos espacios del pluralismo, y lejos de distinguir solamente obras grandes de grandes arquitectos, es capaz de reconocer a un tiempo los rascacielos y las chozas, el patrimonio y la innovación, los edificios icónicos de estudios prestigiosos y las humildes intervenciones de trabajadores anónimos. Más allá de su propio carácter, en todas sus ediciones ha habido proyectos que materializan la pluralidad de un modo ejemplar, y este es el caso de Superkilen en Copenhague, un parque urbano situado en un distrito socialmente conflictivo y culturalmente diverso de la capital danesa.

Como es bien sabido, el país es tan admirado en todo el mundo que muchos lo consideran un modelo social y político digno de imitación. Francis Fukuyama, en Los orígenes del orden político, va tan lejos como para proponer que seguir la ‘vía Dinamarca’ constituye el gran reto que la mayor parte de las democracias tienen hoy que encarar, viendo en el país un orden institucional especialmente exitoso. Con todo, en los últimos tiempos la falta de integración de las diferentes culturas de los inmigrantes ha producido tensiones en la sociedad danesa, que se exacerbaron al calor de la polémica de las caricaturas de Mahoma en 2005 y produjeron un malestar generalizado entre los musulmanes, así como un ominoso ascenso de movimientos xenófobos y populistas. En este contexto, la construcción del parque Superkilen gracias a los arquitectos de BIG, los paisajistas de Topotek y los artistas del grupo Superflex constituye un logro colosal en la medida en que se enfrenta cara a cara, con gran imaginación y con la participación de los usuarios, a los dilemas actuales de las sociedades europeas traumatizadas por la inmigración, encontrando una respuesta a tales dilemas en el pluralismo.

En un país tristemente marcado por la islamofobia —no muy alejado de las corrientes profundamente xenófobas y antiinmigración que están erosionando los cimientos de la Unión Europea, y que han aflorado violentamente con las campañas antimezquitas del Partido Popular Danés—, el parque Superkilen de Copenhague constituye un antídoto que genera espacio público para las distintas identidades, hace hincapié en la pluralidad y se enfrenta a los conflictos políticos y sociales mediante una creatividad audaz, un humor atrevido y un diseño participativo, tejiendo una red de conexiones emocionales que dota de sentido a la idea de pertenencia, empodera a la comunidad e inyecta en todos un sentimiento de orgullo. Si la arquitectura puede construir el pluralismo, seguramente este es un buen ejemplo. La imaginación estética y la conciencia social que expresa Superkilen es un homenaje a los arquitectos y artistas que lo han proyectado junto con los vecinos, y también a los clientes, la ciudad de Copenhague y la asociación filantrópica Realdania. El éxito del proyecto es prueba fehaciente de que el pluralismo en nuestras ciudades puede ser un hilo para no perderse en el laberinto que se abre ante nosotros en estos tiempos de tribulación.


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