El espíritu de la colmena
Bjarke Ingels es el espíritu que inspira la colmena atareada de BIG. Esforzándose en desvanecer su protagonismo para encontrarse siempre un paso por delante de la oficina, en la frontera de la innovación, el arquitecto danés es el duende que alimenta el zumbido del panal. La mítica película de Víctor Erice tomó su nombre del libro sobre la vida de las abejas escrito por Maurice Maeterlinck, donde el poeta y dramaturgo utiliza esa expresión para aludir a «ese espíritu todopoderoso, enigmático y paradójico al que las abejas parecen obedecer». En la cinta española, las hijas de un colmenero ensimismado invocan al espíritu con los ojos cerrados, esperando comunicarse con el monstruo bondadoso que decubren en las sombras temblorosas de un cine de verano, y el personaje eterno de Mary Shelley renace en la conciencia mágica de la mirada infantil. El director creativo de BIG es al mismo tiempo el espíritu impulsor de ese crisol de ideas, y el niño insomne que sueña lo que viene.
Polinizando la conciencia colectiva del mundo escandinavo con la individualidad atrevida del ámbito anglosajón, Ingels ha fundido Copenhague y Nueva York en una síntesis feliz que también combina la atención al medio ambiente preconizada por la mayoría de los europeos con el pragmatismo empresarial propio de Estados Unidos, y reuniendo la dimensión ecológica con la propiamente económica como pocos despachos de arquitectura han sabido conseguir. Transformar una central eléctrica en un espacio de ocio y una pista de esquí es algo más que un oxímoron arquitectónico: es un manifiesto por la compatibilidad entre las infraestructuras y la vida cotidiana, un ejemplo práctico de la reconciliación de la sociedad industrial con la urbanidad tradicional, y una extraordinaria expresión de la capacidad de la imaginación formal para explorar nuevas maneras de hibridar funciones y de ofrecer respuestas a las contradictorias demandas de nuestro tiempo.
La propia trayectoria de Ingels, marcada por la influencia contrapuesta y sucesiva del lirismo de Miralles y la inteligencia de Koolhaas, se desarrolla de forma independiente de ambos para proponer modelos residenciales inéditos en sus primeros conjuntos —VM, Mountain, 8 House—, colmenas admirables que reúnen la imaginación geométrica con la sensibilidad social, y donde se alumbran los dos rasgos que impregnarán capilarmente toda su obra posterior. El historiador Juan Antonio Ramírez, hijo de apicultor, nos ilustró sobre La metáfora de la colmena, un término para algunos peyorativo y para otros virtuoso, al establecer el vínculo entre la sociedad laboriosa y la geometría exacta del panal. El fundador de BIG ha sabido unir inteligencia colectiva y poesía personal en un itinerario creativo que hace a las abejas a la vez disciplinadas y libres: casi un cuento como los de su compatriota Hans Christian Andersen, otro hombre del Norte enamorado del Sur.
Luis Fernández-Galiano