Fermín Vázquez y b720 han transitado de Descartes a Stanislavski. Su empeño fundacional en la duda metódica cartesiana, examinando cada encargo desde la objetividad de la información disponible, ha ido convirtiéndose en el método de actuación del director escénico ruso, introduciendo la emoción en sus proyectos. El filósofo francés redactó su Discurso del método «pour bien conduire sa raison, et chercher la verité dans les sciences», y esa voluntad de guiarse por la razón y buscar la verdad marca el impulso inicial de un estudio que bien podría haber hecho suyas las cuatro reglas de ese método: no admitir cosa alguna como verdadera sin haber conocido con evidencia que así era; dividir cada una de las dificultades en tantas partes como fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución; conducir con orden los pensamientos, desde los objetos más simples hasta los más compuestos; y hacer recuentos y revisiones tan generales que se estuviese seguro de no omitir nada. Al cabo, todo un programa de diseño racionalista y científico.
Esos fundamentos exigentes, que persiguen un examen crítico de programa y entorno, su descomposición cuidadosa y la jerarquización del árbol de decisiones proyectuales, se han ido relajando para incorporar la inspiración artística y el riesgo, aunque siempre teniendo en cuenta que la norma ha de ser de hierro ‘para que sea difícil doblarla’. Acaso por ello cabe comparar su método actual con el de Stanislavski, que en efecto tiene fácil traducción arquitectónica en su persecución del realismo, la verosimilitud y la naturalidad a través del conocimiento del contexto, la comunicación visual o el trabajo desde la perspectiva del otro: el actor que se introduce en el personaje no es muy diferente del arquitecto que se pone en la piel del cliente o el usuario, y la interpretación de una obra no muy distinta de la concepción de un proyecto, donde la lógica argumental necesita iluminarse con fogonazos de intuición y teñirse con ráfagas de color para que la estructura narrativa se sostenga con aplomo en el escenario del teatro o en la escena de la ciudad.
Huyendo de la tarea del héroe y de la resignación del cínico, Fermín Vázquez y b720 interpretan coralmente las demandas individuales y sociales para darles forma desde el dominio de su oficio. Colaborando con grandes oficinas como las de Nouvel o Chipperfield, y vertiendo su experiencia en un conjunto ejemplar de proyectos propios, el estudio se ha desplazado desde el esprit de géométrie de sus primeros pasos al esprit de finesse de su madurez, y desde el momento Bartleby de su renuncia a concursar en la torre Agbar por no disponer de información suficiente hasta la explosión desinhibida de Els Encants, donde el flujo torrencial de la vida irrumpe en el rigor estricto de su método. Hay verdad en las geometrías cartesianas, pero hay aún más verdad en las coreografías cromáticas que introducen el pulso de la pasión en el universo cristalino de la razón: el esfuerzo del pie en la rampa, el equívoco del reflejo en la retina y la confusión del rumor en el oído otorgan realidad orgánica a la profesionalidad técnica de estas arquitecturas de método.