Se tiene de los arquitectos una imagen de profesionales con una singular confianza en nuestro propio criterio; no sólo al interpretar las circunstancias en las que operamos sino al anticipar las que vendrán. Repasar la serie de proyectos del estudio reunidos en estas páginas evoca en mí el enorme volumen de decisiones tomadas, de opiniones formadas, de caminos explorados. Proyectar es un continuo elegir.
La viscosidad de la realidad líquida descrita por los filósofos contemporáneos parece precipitar a nuestro alrededor desconcertantes grumos identitarios, agravios desatendidos y urgencias medioambientales que nos esforzamos en interpretar y atender con una evidente limitación de datos y medios; consideraciones de peso que acompañan a las habituales necesidades de cada encargo y que se añaden a la creciente carga de condicionantes de la sociedad de la información, tecnificada, de consumo, globalizada y con hipertrofia financiera.
No estoy seguro de cuándo ni a quién le oí definir al arquitecto como el profesional capaz de indicar el camino a seguir, tanto en las situaciones donde no hay casi información como en las que hay exceso de ella. Vamos, el arquitecto como persona inasequible al desconcierto...[+]