Escoger lo mejor de una década siempre tiene sus riesgos; y si además se trata de museos, ese riesgo es aún mayor, ya que este tipo de edificio no sólo fue la estrella de los años ochenta, sino que ha seguido siendo un fértil campo de innovación arquitectónica en la última década del siglo xx.
Este libro pretende hacer un balance de las últimas concepciones arquitectónicas relacionadas con los espacios expositivos. Para ello se han escogido 25 ejemplos de todo el mundo entre los que predominan las obras construidas, pero que también incluye algunos proyectos no realizados.
El enfoque crítico resulta tan variado como el repertorio de los modelos seleccionados. Así, la presentación de cada uno de los museos va acompañada de un comentario escrito por un autor distinto, modalidad ésta que parece estar teniendo una buena acogida en las publicaciones de arquitectura (véase nuestro AV 71 ‘Museos de arte’).
Para introducir el tema, Vittorio Magnago Lampugnani nos ofrece un detallado repaso de los museos del siglo XX: desde el rechazo a estos edificios por parte de los futuristas italianos a principios de siglo, hasta la postura minimalista que parece predominante hacia el fin del milenio. Stanislaus von Moos, por su parte, hace un recorrido temático por toda la historia de los museos, entendidos fundamentalmente como espacios de exhibición de obras de arte; compara la tradición con las vanguardias; explica las claves tipológicas a partir de escritos y clasificaciones; describe algunas obras singulares; y termina refiriéndose al éxito de público y al consumismo de los últimos años.
Los comentarios a los modelos escogidos son, por lo general, encomiásticos, con algunas excepciones (como la de Franz Schulze, que se muestra cuidadosamente crítico con el edificio de Kleihues en Chicago).
Pero lo más arriesgado del contenido es, lógicamente, la selección. Y es que parece que se ha tratado, más bien, de incluir a todas las ‘estrellas’, cada una con su obra. Algunas de estas estrellas hace ya tiempo que arrojan una luz bastante mortecina, como son los casos de Ungers, Venturi, Botta o el propio Kleihues. Además, la comparación en cuanto a la calidad estrictamente arquitectónica de los modelos lleva a pensar que el criterio ha sido más bien laxo. Y así, junto a edificios sencillamente excelentes a juicio, naturalmente, del que suscribe, hay otros cuya fortuna crítica ha sido bastante peor de lo que se afirma en este libro. Pero, claro, en esto mismo consiste la crítica: en discrepar para llegar a la verdad.