Capital mundial del vino, Burdeos es, paradójicamente, una ciudad de agua. En el entorno de la desembocadura del río Garona, el primer puerto que tuvo Francia ha completado en años recientes diversas obras de renovación urbana. La homogeneidad clásica se enfrenta a los problemas típicos de la ciudad contemporánea, con un número siempre creciente de automóviles. La obra de peatonalización de la plaza Pey-Berland, el espacio público más importante de la capital de Aquitania, ha supuesto su reconquista para el transeúnte, al convertir lo que era una ruidosa rotonda sitiada por coches en una plaza de 30.000 metros cuadrados. El espacio, que había quedado diluido entre circulaciones caóticas y fragmentado entre la Catedral de San Andrés, el Ayuntamiento y el resto del entorno, ha recuperado la cohesión que una vez tuvo.

La propuesta incorpora la catedral, casi tan grande como Notre Dame de París, como pieza histórica, pero también como elemento capaz de generar energías urbanas para el resto de la ciudad. El vacío obtenido al suprimir los elementos que provocaban una mayor distorsión—casi todos ellos relacionados con el tráfico— se cubre con un pavimento continuo repleto de contrapuntos y referencias a la catedral. En las lápidas de las tumbas del interior del templo se inspiran las losas dispersas de luz y fundición esparcidas libremente en el mar de granito que invade todo el plano del suelo. Los edificios, y fundamentalmente la catedral, símbolo del poder religioso, y el Ayuntamiento, emblema del poder civil, destacan sobre esta peana sólida e intemporal. El espacio existente entre el ábside de la iglesia y la torre Pey-Berland, del siglo XV, o el paso repleto de árboles que discurre en el lado sur, ven intensificado su carácter de jardines de la catedral; son lugares recoletos de estancia sin dejar por ello de pertenecer al conjunto. Las variaciones del pavimento de granito y el adoquín de madera ilustran la diferenciación espacial, y el proyecto se completa con la renovación íntegra del mobiliario urbano... [+]