La sierra de la Mantiqueira, que se extiende por una vasta superficie compartida por tres estados brasileños —São Paulo, Minas Gerais y Río de Janeiro—, es conocida por sus espesos bosques de araucarias autóctonas, salpicados aquí y allá de algunos claros. En uno de ellos, y sobre una parcela de 53 hectáreas, se emplaza esta casa, justo en una encrucijada de caminos que conectan la floresta tropical con un pequeño valle. Esta ubicación, unida a la exigencia de resolver el programa doméstico en una sola altura y de atenuar la humedad del clima local, fueron determinantes en el proyecto.

Concebida como una gran plataforma suspendida sobre el terreno, la casa se organiza mediante una retícula de madera modulada en unidades de 5,5 x 5,5 x 3 metros que se vinculan al suelo a través de varios núcleos de comunicación. Conectados a estos, los caminos preexistentes se prolongan en una nueva madeja de recorridos a lo largo de un paseo arquitectónico que culmina en una cubierta vegetal.

Las diferentes partes del programa se agrupan en la retícula modular formando dos familias complementarias: de un lado, el núcleo principal de la casa, que cobija la cocina, un espacio común, la habitación de invitados así como el apartamento del propietario; del otro, una serie de módulos independientes, de dos habitaciones cada uno, para los hijos. Entre ellos se disponen una serie de piezas intersticiales, vacías, por las que emerge la vegetación, y que contrastan con los módulos construidos, dando pie a un juego de llenos y vacíos que recuerda a la trama formada por los escaques de un tablero de ajedrez.

La retícula estructural de vigas de madera —cuya proyección sobre el suelo ocupa una superficie de 2.000 metros cuadrados— está apoyada en pilares de hormigón armado empotrados en el terreno, y se refuerza con vigas de acero cortén cuya luz duplica la de las barras de madera con el objetivo de reducir el número de apoyos, atenuando la ocupación del suelo natural por parte del edificio y, por tanto, su impacto por huella ecológica.